Torra, en manos de Puigdemont y de la CUP

Cristian Reino BARCELONA / COLPISA

ESPAÑA

PAU BARRENA

El candidato reconoce que quien manda es el expresidente y corteja a los antisistema, de los que depende mañana su investidura, con un plan para relanzar el desafío secesionista

13 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El proceso secesionista es como un chicle que se estira y estira y no se acaba. Lo estiró Mas, también Puigdemont y lo hizo ayer Quim Torra, quien en su discurso como aspirante a la presidencia de la Generalitat prometió trabajar sin descanso para conseguir una república catalana. El candidato designado por Puigdemont insistió ayer en la línea dura marcada por su antecesor, que culminó con la proclamación de la independencia el pasado 27 de octubre. Torra se sometió a la primera votación de investidura. Perdió, porque no consiguió la mayoría absoluta. Obtuvo 66 votos (de JxCat y ERC) por 65 de la oposición y se quedó a dos de la mayoría absoluta. Era lo previsto. Ahora debe esperar a mañana, a la segunda ronda, en la que depende de lo que decida hoy la CUP en su consejo político. Si los cuatro diputados anticapitalistas mantienen la abstención de ayer, Torra será proclamado nuevo presidente de la Generalitat. Pero si votan en contra, Cataluña irá a elecciones en julio.

Esta circunstancia, no menor, marcó el discurso de investidura. El candidato de JxCat hizo gala de la radicalidad que se le atribuye. Prometió ser leal al mandato del 1-O y construir un «Estado independiente». La república arranca, dijo, del referendo del 1 de octubre, pasa por la declaración política de independencia del día 27 y se revalida en las elecciones del 21 de diciembre. Ese es su objetivo. El mismo que el de su antecesor. En el debate para pedir la confianza de la Cámara, Torra se mostró dispuesto a llegar hasta el final. «Asumimos todas las responsabilidades que se deriven de nuestro actos», dijo. «El 1-O apostamos por ser libres, queremos una república», señaló.

La forma de llegar a la secesión, según desgranó, será a través de un «proceso constituyente», que «debe terminar convirtiéndose en una propuesta de constitución de la república de Cataluña». Torra, expresidente de Òmnium Cultural, abogó también por recuperar las leyes suspendidas por el Tribunal Constitucional y anunció que sus dos primeras medidas en cuanto tome posesión serán crear un comisionado que elabore un plan de choque sobre los efectos del 155 y retirar la demanda presentada por la Generalitat intervenida contra los impulsores de la consulta del 9N.

Torra admitió ser un radical. «Es un honor serlo para defender Cataluña», dijo. Las circunstancias obligaban. Y es que JxCat y ERC dependen de la CUP y los cuatro votos anticapitalistas están aún en el aire. «Tenemos que ganárnoslos», apuntó una fuente independentista para justificar la dureza del discurso de Torra. «No haremos autonomismo», afirmó dirigiéndose a los anticapitalistas. La CUP fue contundente. Ve al nacionalista como el candidato que gusta al Estado: un aspirante «neoliberal» en un acto de «vasallaje».

Si Torra sale elegido tendrá una papeleta muy complicada. Por la presión externa y la interna. Desde el Gobierno central ya le han avisado de que le vigilarán de cerca y que en cuanto cruce la línea roja de la legalidad se volverá a aplicar el artículo 155 de la Constitución. Torra representa a la parte del independentismo que está decidido a mantener el desafío, pero ya sabe cuáles son las consecuencias: prisión e intervención de la autonomía.

A nivel interno, tampoco tendrá una situación plácida. ERC y el PDECat abogan por ir más despacio y las tensiones en el Ejecutivo catalán estarán a la orden del día. Y además debe tener en cuenta que la Cataluña del proceso ha quedado partida, como le recordaron desde la oposición.

Con Torra, se espera un mandato de gestos simbólicos. Sobre todo los que tienen que ver con Puigdemont. «Yo no debería estar haciendo este discurso. Hoy, aquí, ahora, debería estar el presidente legítimo de Cataluña», afirmó. «Nuestro presidente es Carles Puigdemont», añadió. 

Puigdemont, presidente

De una manera velada, el candidato a dirigir el Ejecutivo catalán reconoció que será una especie de hombre de paja de Puigdemont y que su paso por la presidencia es «provisional». Torra dejó claro que le guarda el puesto. «Debía ser el presidente Puigdemont quien hiciera hoy este discurso. Y deberá ser el presidente Puigdemont quien, lo antes posible, lo haga. Persistiremos, insistiremos y le investiremos», dijo. De alguna manera, el diputado secesionista será una especie de delegado del «presidente legítimo», quien llevará el timón desde lo que denominan el «consejo para la república, en el espacio libre de Europa».

Torra es un nacionalista convencido. No ha pertenecido a ningún partido, pero se le sitúa en la CDC de toda la vida. Ayer sacó a relucir su ADN más convergente y mostró su cara más desafiante, aunque hablara de mano tendida al Gobierno, a la jefatura del Estado y a la Comisión Europea. «Volvemos a ofrecer diálogo para resolver los problemas, de Gobierno a Gobierno», emplazó. «Señor Rajoy, ¿hablamos, nos sentamos en la misma mesa? Mañana mismo. Sin condiciones. No renunciamos a nada, ni tan siquiera a ponernos de acuerdo», concluyó.