Según relatan los hechos probados de la sentencia, el condenado causó contusiones al empujar a su mujer contra la cama del dormitorio de uno de sus dos hijos. Éstos no estaban en la habitación donde ocurrió la agresión, pero estaban en la casa y anteriormente habían visto cómo su padre pellizcó en un brazo a su esposa.
Los niños, ya conscientes de la acción violenta, acudieron junto a su madre para verificar lo que había pasado. Para el Supremo los menores fueron conscientes «desde el primer momento» de la agresión a través de la percepción visual en unos casos y la auditiva en otros.