La policía reabre la investigación sobre la muerte, hace 22 años, de la primera hija de Ana Julia

M. S. Pardo MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Atlas

La pequeña, de 4 años, cayó de un séptimo piso en Burgos y los investigadores cerraron el caso como «suceso accidental»

13 mar 2018 . Actualizado a las 09:24 h.

El caso se archivó casi de inmediato. Los investigadores de la Policía Nacional apuntaron a una muerte accidental, a un terrible accidente doméstico, y el Juzgado de Instrucción número 6 de Burgos dio carpetazo al asunto sin apreciar indicios de criminalidad. Pero ahora, tras el presunto asesinato del pequeño Gabriel Cruz, la policía y la Guardia Civil quieren reabrir el caso de la muerte de la primera hija de Ana Julia Quezada Cruz hace ahora justo 22 años en Burgos. La pequeña, de 4 años, apareció muerta la mañana del 10 de marzo de 1996 tras precipitarse desde un séptimo piso. La niña se llamaba Ridelca Josefina Gil Quezada. Había nacido el 22 de agosto de 1991 en la República Dominicana, fruto de la relación de Ana Julia con el dominicano Santiago Gil.

La presunta asesina trajo a la niña a España en diciembre de 1995, según recogen los informes policiales. Quezada había conseguido el visado para entrar en España el 17 de mayo de 1993 y obtuvo la residencia legal el 16 de junio de 1994 al casarse con el español Miguel Ángel R. D., quien a la postre se convirtió en el padre de su segunda hija, hoy una mujer de 24 años que reside en Burgos junto a su progenitor y que ha tenido que ser ingresada por una crisis nerviosa tras conocer las acusaciones contra su madre.

Con la residencia legal, Ana Julia Quezada Cruz no tuvo problemas para que Ridelca se instalara junto a su nueva hermana pequeña en el hogar de la familia, en un séptimo piso de la calle Camino Casa La Vega, 41, de Burgos.

Sonambulismo

Pero solo tres meses después sobrevino la tragedia. O el asesinato. Aquella mañana del 10 de marzo de 1996, Miguel Ángel R. D., padre adoptivo de la pequeña Ridelca, fue a despertar a las dos niñas, que entonces contaban con 4 (Ridelca) y 2 años. Pero en su cama solo encontró a la menor. Cuando se dirigió a la habitación contigua, que se usaba como sala de juegos, vio que la ventana, con doble acristalamiento, estaba abierta, con la persiana casi totalmente subida y que junto a la ventana había una mesita baja de unos 40 centímetros de altura. Cuando se asomó al patio interior adonde daba la ventana descubrió el cuerpo sin vida de Ridelca en una terraza de la primera planta.

La investigación no arrojó «indicios de criminalidad», según recuerdan responsables policiales, que ahora se muestran, no obstante, bastante críticos con aquellas indagaciones. La versión de la familia convenció a la policía. La niña, adujeron, no se había adaptado bien a su nueva vida en España. No obstante, los investigadores no profundizaron mucho en el tema y se limitaron a apuntar la posibilidad de que el salto al vacío de la menor hubiera sido fruto de su sonambulismo.

Los atestados revelan que la policía ni siquiera llegó a interrogar a Ana Julia Quezada, bajo el pretexto de que sufría una crisis nerviosa. La policía tampoco pudo determinar la hora de la muerte. Ningún vecino escuchó nada antes de los gritos de espanto del padre a primera hora de la mañana, cuando vio el cuerpo de su hija adoptiva en la terraza del primer piso. Los agentes destacaron que no había nada en la familia que les hiciese sospechar nada extraño. Quezada, aparentemente, no tenía problemas psiquiátricos. Era apreciada y muy conocida en el barrio, donde trabaja en la carnicería Felipe González e Hijos, en la misma calle en la que vivía y en la que murió su hija. Fue a través de un compañero de este último establecimiento, precisamente, como conoció a Sergio, la pareja que tuvo antes de iniciar una relación con el padre de Gabriel. A Sergio y Ana Julia les gustaba veranear en la zona de Las Negras, en el cabo de Gata, y finalmente, en el 2014, decidieron cambiar de rumbo y dejaron Burgos para instalarse allí. Él montó un grupo musical, que comenzó a ensayar en Las Hortichuelas, el pueblo donde residía parte de la familia paterna de Gabriel.

Fue así como Ana Julia conoció a Ángel Cruz, rompió con Sergio y comenzó a frecuentar al niño, que pasaba muchos fines de semana en la localidad con su abuela y su padre.

Los padres de Gabriel fingieron ante la sospechosa

Los padres del pequeño Gabriel, Patricia y Ángel, tuvieron que fingir durante dos días ante la presunta asesina de su hijo. Incluso tuvieron que asistir a actos públicos con Ana Julia Quezada, a pesar de saber que todo ya apuntaba a que la pareja del padre era la principal y única sospechosa de la desaparición del niño. Los agentes optaron por informar de sus sospechas a los padres para «tratar de apaciguar su dolor».