El secesionismo intenta salvar los muebles tras reconocer Puigdemont su derrota definitiva

La Voz REDACCIÓN

ESPAÑA

Puigdemont, Comin y los mensajes que intercambiaron
Puigdemont, Comin y los mensajes que intercambiaron

Puigdemont justifica el reconocimiento de su derrota atribuyéndolo a un momento de debilidad y los partidos soberanistas tratan de ganar tiempo para salir del bloqueo

01 feb 2018 . Actualizado a las 11:50 h.

Mientras públicamente insistía en que sigue siendo el único candidato y hacía un canto a la unidad del soberanismo, en privado reconocía que «esto se ha acabado». «Los nuestros nos han sacrificado», añadía. Si la decisión de Roger Torrent, de ERC y presidente del Parlamento catalán, de aplazar el pleno de investidura y la posterior reacción iracunda de Junts per Catalunya y de la CUP demostraba que la unidad del soberanismo había saltado por los aires, la revelación de los mensajes que Carles Puigdemont envío a su exconsejero Toni Comín a través de una aplicación de mensajería instantánea certifica la ruptura y, sobre todo, que el desafío secesionista vive «los últimos días» con él como gran sacrificado. La mayor evidencia de que el mensaje es cierto es que ni los protagonistas intentaron negarlo ni el resto de los actores del proceso soberanista hicieron gestos, más allá de los obligados de cara a la galería, para intentar contrarrestar la imagen de derrota definitiva que mostraban los mensajes captados en el móvil de Comín durante un acto público celebrado el martes en Lovaina (Bélgica) por una cámara de Telecinco, que fueron difundidos ayer en el programa de Ana Rosa Quintana.

Puigdemont reconoció la veracidad de sus mensajes, pero intentó negar el alcance de su contenido con el argumento de que obedecían a un momento de debilidad. «Soy humano y hay momentos en que también yo dudo. También soy presidente y no me arrugaré ni me echaré atrás. ¡Seguimos!», respondió en un tuit. Y, al igual que Comí, se queja de la publicación de unos mensajes privados. Apela a su condición de periodista para quejarse por la invasión de su intimidad. «Hay límites, como la privacidad, que nunca hay que violar», señaló.

Pero la difusión de los mensajes causó una enorme hemorragia en la herida abierta el día anterior por Torrent. La Asamblea Nacional Catalana tomó ayer la iniciativa para intentar recomponer la unidad rota. A lo largo del día se sucedieron los contactos discretos entre Junts per Catalunya y ERC para al menos intentar salvar los muebles, pero de momento poco han conseguido avanzar. El mensaje de Esquerra no fue más allá de las declaraciones de la diputada Ester Capella, quien negó que el procés haya terminado y que su partido haya sacrificado a nadie. Pero en ERC se mantiene el malestar y la desconfianza hacia Puigdemont, quien, entienden, traslada toda la presión sobre Torrent, al que coloca al borde de la ilegalidad, mientras oculta información fundamental y, paralelamente, no se avanza suficientemente en las negociaciones entre los dos partidos ni en el programa ni en la formación del nuevo Gobierno.

En Junts admitieron ayer que ha habido fallos en la comunicación con sus socios, pero nada más. Los diputados mantuvieron una larga reunión ayer por la tarde en la sede del Parlamento catalán. Aunque emerge alguna tímida voz que plantea la posibilidad de abrir la puerta a un candidato alternativo a Puigdemont, que podría ser Elsa Artadi, de momento nadie se mueve de la tesis oficial de que el expresidente debe recuperar el cargo.

Pero no solo la división política juega en su contra. También los plazos. El primero, al que se aferra el presidente del Parlamento catalán, es el que se ha dado el Tribunal Constitucional para recibir alegaciones y decidir sobre el recurso del Gobierno contra la candidatura de Puigdemont. La próxima semana se cumplirán los diez días y, en el supuesto de que el tribunal admita a trámite la petición del Ejecutivo, automáticamente quedaría anulada la candidatura propuesta por Torrent.

Los plazos aprietan

Otro plazo que apremia es el de la repetición de elecciones. Puigdemont juega con la idea de bloquear la legislatura si no puede ser investido. Para ello bastaría con que en dos meses no haya un candidato que supere la investidura, lo que está al alcance de la mayoría secesionista. Sin embargo, según el informe de los letrados del Parlamento catalán sobre el limbo legal en el que queda la Cámara al haberse aplazado el debate, el reloj no echa a andar mientras no haya una votación. Es decir, la convocatoria automática de elecciones podría retrasarse más de lo previsto. Y esa demora altera los planes de Puigdemont, sobre quien pende la espada de Damocles del proceso judicial en marcha.

Según fuentes del Tribunal Supremo mencionadas ayer por varios medios, el juez Pablo Llarena tiene intención de concluir la instrucción de la causa por el proceso secesionista en un par de meses, con lo cual a finales de marzo o principios de abril podría dictar auto de procesamiento definitivo. Y, en aplicación del artículo 384 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, todos los cargos públicos que en el momento de ser procesados se encuentren en prisión provisional pueden ser suspendidos en sus funciones si son acusados, entre otros delitos, de rebelión.

Los mensajes de Puigdemont a Comín

Mensaje 1: Volvemos a vivir los últimos días de la Cataluña republicana...

M. 2: El plan de Moncloa triunfa. Solo espero que sea verdad que gracias a esto puedan salir todos de la cárcel, porque si no el ridículo histórico es histórico...

M. 3: Supongo que tienes claro que esto se ha acabado. Los nuestros nos han sacrificado. Al menos a mí. Vosotros seréis consejeros (espero y deseo), pero yo ya estoy sacrificado, tal y como sugería Tardà.

M. 4: No sé lo que me queda de vida (espero que mucha), pero la dedicaré a poner en orden estos dos años y a proteger mi reputación. Me han hecho mucho daño con calumnias, rumores, mentiras que he aguantado por un objetivo común. Esto ahora ha caducado y me tocará dedicar mi vida a la defensa propia.

Una «app» a prueba de espías y... jueces

Puigdemont y los demás implicados en el desafío secesionista se comunican a través de un servicio de mensajería, Signal, a prueba de espías y, por supuesto, de jueces. Cifra los mensajes entre terminales, como ya hace WhatsApp, pero, a diferencia de esta, no los almacena en sus servidores. De forma que no se puede acceder a ellos ni siquiera por orden judicial.