Una conferencia para cuestionar la democracia española y la europea

Adolfo Lorente BRUSELAS / COLPISA

ESPAÑA

JONATHAN NACKSTRAND | Afp

Puigdemont eludió preguntas como qué hacer con la mitad de la población catalana que no es independentista

23 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La de este lunes no fue una madrugada cualquiera. El aeropuerto de Charleroi, la base de operaciones de Ryanair en Bélgica, se encuentra a 65 kilómetros al sur de Bruselas y es una de las grandes pesadillas de sus usuarios cuando el vuelo de marras sale a primera hora de la mañana. El de Copenhague lo hacía a las 6.55 horas. ¿Irá? ¿Se echará atrás? Llegó sobre la bocina, pero sí, 85 días después de llegar a su autoproclamado exilio belga, se atrevió a salir del país asumiendo el órdago de la activación de una nueva euroorden.

En el asiento A de la fila 1 se sentó Carles Puigdemont dispuesto a dar una conferencia universitaria sin saber muy bien qué ocurriría cuando llegase a la capital danesa. Aterrizó a las 8.24 horas, encendió su móvil y vio que el Ministerio Público ya había anunciado que seguía adelante con sus planes de solicitar al Supremo una euroorden que al final nunca llegó.

Si buscaba provocar este escenario, fracasó. Si de lo que se trataba era de provocar al Estado, mantener viva su causa y demostrar a ERC que tiene libertad de movimientos por toda la UE, objetivo cumplido. «A pesar de las amenazas de Madrid, no vamos a capitular frente al autoritarismo. Pronto formaremos un nuevo Gobierno», proclamó. Eso sí, la gran pregunta sigue sin respuesta. ¿Volverá a Cataluña, como prometió en campaña? «Prefiero no contestar sobre cuestiones de actualidad», señaló.

Unas 400 personas escucharon una intervención pronunciada en inglés. En la parte inicial, la leída, no hubo grandes novedades más allá de repetir durante veinte minutos las bondades del procés y reiterar sus duras acusaciones contra España, por «su larga sombra franquista», y contra la UE, a la que reprochó que con su apoyo a Mariano Rajoy «legitime el uso de la fuerza y la vulneración de los derechos humanos actuando con un doble rasero». Llegó a asegurar que «la democracia europea está en juego» y que el contencioso catalán es «igual de importante que el brexit».

Como suele ocurrir en estos casos, lo interesante llegó en el debate. El expresidente se enfrentó a muchas de las preguntas incómodas a las que no está acostumbrado. La primera sonó como un latigazo. «¿Es usted un populista?», lanzó el moderador, Mikkel Vedby Rasmusse. Sorprendido, replicó que no. Fue solo un aperitivo. El plato principal lo sirvió la experta en política europea Marlene Wind. «¿Democracia es solo votar o también respetar el Estado de derecho? ¿Qué hacemos con el 50 % de los catalanes que no es independentista? Cataluña es la región más rica de España y España es un país más descentralizado que Alemania, ¿quizá lo que quieren quitarse de encima a las regiones más pobres?», interrogó. Puigdemont salió como pudo tirando del mantra habitual. Que si «nos tratan como una provincia», que «si solo queremos votar en paz y nos han dicho 18 veces que no a la oferta de diálogo», que si «queremos ser la Dinamarca del sur»... También fue preguntado sobre el efecto dominó que podría provocar en otras autonomías, pero él se refirió solo al País Vasco y Navarra para negar la mayor y explicar que «somos casos muy diferentes» porque estas regiones «pueden recaudar sus propios impuestos y luego negociar con el Estado. No es una mala situación», ironizó.