Puigdemont, el burlador burlado

ESPAÑA

Pilar Canicoba

El juez lo deja sin coartada y abre la puerta a las hostilidades entre ERC y el PDECat

06 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Parecía imposible introducir un nuevo giro de guion en una campaña electoral que si fuera una serie de ficción televisiva sería tachada de inverosímil en su argumento y sobrecargada de tramas paralelas, además de fallida en el casting. Pero el juez Pablo Llarena les ha robado el plano a todos los candidatos con un auto desconcertante que constituye su particular pegada de carteles y obliga a Carles Puigdemont a tirar por la borda el tocho de argumentos victimistas que le habían preparado su nutrido equipo de asesores y su ejército de abogados. Desde el momento en el que tuvo que llamar avergonzado al lendakari para decirle que se echaba atrás de todo lo acordado porque si convocaba elecciones lo linchaban, el plan B de Puigdemont fue burlarse de la Justicia española, no solo por la obviedad de su fuga, sino por la supuesta genialidad táctica de instalarse en un país judicialmente caótico como Bélgica.

Disfrazando su gallinácea escapada de exilio forzoso, la idea era que la cínica Justicia belga dejara en evidencia a la democracia española, lo librara de las acusaciones de rebelión, sedición y malversación y lo entregara con una honrosa acusación de desobediencia, que sería la única por la que podría ser juzgado en España. Pero el juez Llarena lo quiere por el paquete completo. Y en un auto tan judicialmente impecable como cargado de fina ironía lo ha convertido en el burlador burlado al retirar la orden de entrega amparándose sarcásticamente en que tanto él como los cuatro exconsejeros fugados «parecen haber mostrado su intención de retornar a España, con la finalidad de tomar posesión y ejercer unos cargos electivos para cuyos comicios se han presentado recientemente». Aquí os espero el 21D, le ha faltado decir.

Puigdemont se ha quedado sin coartada. Ya nada lo retiene en Bélgica, ni Bélgica tiene ya nada que decir al mundo en favor del procés. Y si insiste en grabarse paseando por los fríos bosques de Bruselas embutido en su gabán, como si fuera el prisionero de Mauthausen, en lugar de regresar a España para hacer compañía a Junqueras en Estremera, habrá que empezar a pensar que lo que pretende es no tomar posesión de su escaño y huir para siempre de la Justicia reivindicándose, gane o pierda, como presidente legítimo en el exilio, olvidando así la máxima de Tarradellas de que en política se puede hacer todo, menos el ridículo.

El «show» de Rull y Turull

Lo cierto es que a fray Junqueras no le hacen ya gracia los sermones por Skype de Puigdemont ni su presencia constante en los medios, mientras él se deprime en la cárcel viendo despeñarse a la balbuceante Rovira. Como tampoco gusta en ERC que los exconsejeros Rull y Turull, los Hernández y Fernández del PDECat, rentabilicen ya políticamente en los mítines su paso por el talego denunciando torturas tan sádicas como tener que ver Aquí no hay quien viva en la tele porque en Estremera no se sintoniza TV3.

De momento reina la calma. Pero la evidencia de que ni ERC ni Junts per Catalunya ni la CUP van a captar un solo voto en caladeros no secesionistas, y de que por tanto solo pueden crecer el uno a costa del otro, asegura que las hostilidades en el frente independentista se van a desatar más pronto que tarde. Algo muy similar, por cierto, a lo que ocurre ya en el otro extremo del tablero, donde Albiol eleva el tono con el «a por ellos» para frenar la espectacular sangría de votos del PP en favor de Ciudadanos recuperando al menos el voto antinacionalista más radical. El único al que puede aspirar ya.