Mucho hemos hablado del artículo 155 de la Constitución, tanto que nos hemos olvidado de otros, como el 156, que vincula la autonomía financiera a los principios de coordinación con la Hacienda estatal y a la solidaridad entre los españoles, o el 157, que nos envía a la ley orgánica que regulará el ejercicio de las competencias financieras. En esta ley, el legislador ha sido claro: el sistema de ingresos de las comunidades deberá establecerse de forma que no pueda implicar privilegios económicos o sociales ni suponer la existencia de barreras fiscales.
Privilegios y barreras, dos conceptos que, cada vez que se mencionan, vinculamos a los territorios forales. En esta España, en donde cualquiera puede ser tildado de fascista, franquista o dictador, donde algunos desean que todo sea puesto a debate, sorprende que no se pueda hablar del Cupo vasco. ¿Quién le iba a decir a Felipe V que su premio a los vascos, por su lealtad, en la guerra de secesión, traería tanta cola? ¿O a Antonio Cánovas del Castillo, que, con ánimo de suavizar la derrota de los carlistas, decide, en primer lugar, aceptar los títulos de nobleza otorgados por Carlos María de Borbón y, en segundo lugar, mantener la Hacienda foral condicionándolo a que esta contribuyese al mantenimiento del Estado? Así se aprueba el primero de los conciertos, en 1878, reinando Alfonso XII. Desde entonces hasta hoy ha habido otros ocho, los dos últimos por ley orgánica (1981 y 2002).
Por lo tanto, ya gozamos de suficiente información como para realizar análisis fundamentados y la conclusión generalizada, y los últimos datos del Ministerio de Hacienda la reafirman, es que las comunidades forales son un mundo aparten, otra realidad financiera. Un español que viva en una autonomía del régimen común recibe, por término medio, 2.030 euros, un gallego 2.331, un ciudadano de una comunidad foral 3.965 euros, cantidad que asciende a 4.170 euros si vive en el País Vasco. Por cierto, bastante más que Navarra, 3.266. Curioso, tanto como que hablemos siempre del Cupo vasco y no del navarro ¿Está basada la diferencia en su desarrollo económico? En absoluto. Valencia o Madrid, dos de nuestras autonomías más ricas, no alcanzan los 1.900 euros, 1.875 Madrid y 1.824 Valencia. Es consecuencia, en gran parte, de décadas de negociaciones opacas entre los diferentes ministerios de Hacienda y la comunidad foral vasca. El papel lo aguanta todo y las hojas de cálculo también, máxime cuando son necesarias para alcanzar mayorías. Lo que no lo aguanta todo es que un estudiante, si pertenece a la España del régimen común, solo tenga acceso a 4.995 euros de financiación y si vive en el País Vasco disfrute de 7.229, o que para servicios sociales tengamos, los del común, 275 euros por habitante, y los vascos 796. Risas, las justas.
Hablaba Manuel Valls, a colación de la crisis catalana, de la necesidad de que los españoles debatiéramos sobre nuestra identidad. «Hay que consolidar un nuevo patriotismo, un relato de nación», afirmaba. «En Francia hay un complejo de superioridad. En España, de inferioridad». No puedo estar más de acuerdo, y el pudor que a algunos les impide hablar del Cupo vasco es reflejo de ello.