Las falsedades y tergiversaciones de la carta de Puigdemont

La Voz REDACCIÓN

ESPAÑA

Toni Albir | EFE

Puigdemont amenaza con responder al artículo 155 con la votación de la independencia

20 oct 2017 . Actualizado a las 11:55 h.

La carta de seis párrafos con la que Puigdemont contestó al requerimiento del Gobierno es nuevamente un cúmulo de falsedades.

«El pueblo de Cataluña, el día 1 de octubre, decidió la independencia... con el aval de un elevado porcentaje de los electores». El pueblo de Cataluña no decidió nada porque el referendo no solo era ilegal, sino que carecía de las garantías mínimas necesarias para darle validez. Esto es especialmente aplicable a los resultados, que no han sido escrutados ni auditados por ninguna autoridad independiente.

«Propiciar el diálogo que de manera reiterada nos han hecho llegar, a usted y a mí, instituciones y dirigentes políticos y sociales de toda Europa y el resto del mundo». Esconde que la totalidad de los países de la UE y la inmensa mayoría de los líderes internacionales le han exigido a él que respete la Constitución y la ley.

«Tampoco ha sido atendida la petición de revertir la represión. Al contrario, se ha incrementado». Además de exagerar la intervención policial del 1-O, atribuye al Gobierno una decisión estrictamente judicial, la orden de prisión de los Jordis, lo que no tiene en cuenta, y desprecia la separación de poderes, pilar esencial de toda democracia.

«Que la única respuesta sea la suspensión de la autonomía...». Es la mayor de las falsedades, porque el Gobierno ni ha suspendido ni va a suspender la autonomía, porque no puede hacerlo. Y Puigdemont lo sabe.

«El Parlament de Catalunya podrá proceder, si lo estima oportuno, a votar la declaración formal de independencia». Es decir, su supuesta apelación al diálogo es en realidad un chantaje.

Puigdemont amenaza con responder al 155 con la votación de la independencia

Junts pel Sí y la CUP sopesan proclamar la república en el pleno de política general

Carlos Punzón

Carlos Puigdemont aparece casi siempre en escena o se baja del coche oficial al llegar a la sede de la Generalitat con un portafolios de cartón que no cede a nadie de su equipo, por muy protocolario que sea el acto al que asista. Se antoja al verlo pasar que el contenido de la carpetilla es tan relevante y confidencial como la libreta azul de Aznar. Pero el bolígrafo con el que añade a menudo anotaciones a sus folios lleva a pensar que lo que hace el presidente de la Generalitat es darles vueltas a las palabras hasta dejar cuadrado el mensaje que pretende dar. Periodista de profesión, se ha centrado más en la gestión de medios que en escribir en ellos. Montó y dirigió la Agència Catalana de Notícies, bajo el paraguas de la Generalitat, y llevó también las riendas del periódico Catalonia Today.

Pero ese enfoque estratégico de medios no ha desentrenado su capacidad para utilizar el lenguaje, y el jueves volvió a demostrar su predisposición para hacer malabarismos con el teclado. Si en su respuesta del lunes a Rajoy se abonó a la más calculada ambigüedad para no contestar de manera concreta a la pregunta de si había declarado o no la independencia de Cataluña, en la que envió el jueves vino a decir que no lo había hecho, pero sin una claridad manifiesta, sino casi por descarte y en la última línea de las 22 de su escrito.

Amenaza

«Si el Gobierno del Estado persiste en impedir el diálogo y continuar la represión, el Parlament de Catalunya podrá proceder, si lo estima oportuno, a votar la declaración formal de la independencia que no votó el día 10 de octubre», señala en la misiva que hizo llegar a la Moncloa poco antes de que se cumpliese el plazo que vencía a las diez de la mañana.

La amenaza de convocar un pleno para proceder a la proclamación de la república catalana es acompañada también con un cambio de interpretación de lo que él mismo dijo que había realizado en la Cámara autonómica el pasado día 10. Si en su comparecencia indicó que proclamaba la independencia en función del resultado del referendo ilegalizado del 1 de octubre, el jueves apuntó en la carta que lo que hizo en el Parlamento autonómico fue valorar el resultado del referendo y sus efectos, y en él propuso «dejar en suspenso los efectos de aquel mandato popular». En definitiva, indica ahora con ese malabarismo lingüístico que no se votó la independencia, que no la proclamó y que la suspensión de la declaración de independencia fue una propuesta, que tampoco fue sometida a la consideración del Parlamento.

Respuesta rápida

Al Gobierno central no le han valido las versiones de Puigdemont, como ya había advertido que reaccionaría ante cualquier respuesta ambigua, Y tan solo unos minutos después de recibir la carta consideró que no era ni «precisa» ni «clara».

Esa rapidez sirvió al Ejecutivo autonómico, a través de un mensaje en Twitter de su consejero de Presidencia y portavoz, Jordi Turull, para afear que «o la respuesta desde la Moncloa ya estaba hecha antes de recibir o leer la de Carles Puigdemont, o no les importaba». «No han tardado ni 30 minutos», indicó agrandando el cruce epistolar de versiones.

En paralelo a la llegada de la carta a la sede de la presidencia del Gobierno central, los representantes de Junts pel Sí (PDECat y ERC) y los de la CUP se reunían también en el Parlamento catalán para estudiar cómo y cuándo podría celebrarse el pleno de declaración formal de la independencia. Oficialmente, la coalición de gobierno mantiene que el encuentro de cuatro horas no sirvió más que para decidir que no se decidirá nada, paradójicamente, hasta conocer en qué grado comienza a aplicar desde este sábado el Consejo de Ministros el artículo 155 de la Constitución, que faculta para intervenir competencias de la autonomía.

Sin embargo, la cita de los diputados independentistas sí sirvió para mantener la reunión de la mesa de portavoces prevista para el lunes en la que se fijará la fecha del próximo pleno y su contenido. Al tener que pasar 48 horas para poder trabajar la sesión desde que se convoca hasta que se celebra, no sería antes del miércoles cuando se llegaría a la primera cita parlamentaria en la que se pudiera proclamar la república.

Una segunda posibilidad pasaría por aprovechar la celebración del pendiente debate de política general, similar al del estado de la autonomía, para incluir entre sus resoluciones la proclamación sin que tuviera que estar específicamente anunciada en el orden del día. La CUP aboga por acelerar el proceso lo más posible, y pese a sus críticas por lo bajo hacia Puigdemont, siempre acaba por coincidir al final con la cadencia que se marca desde la Generalitat.

Y un dato añadido: no será hasta el 11 de noviembre cuando el partido de Puigdemont celebrará una conferencia política para decidir su estrategia futura.