Bruselas cierra filas con España frente al intento de incluir a Gibraltar en el «brexit»

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

ESPAÑA

JON NAZCA | Reuters

El Consejo Europeo reitera que los 27 no pactarán con Londres sin el beneplácito español

28 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Una oferta muy justa y seria». Así calificaba la primera ministra británica Theresa May la propuesta de su Gobierno para garantizar los derechos de los ciudadanos europeos residentes en el Reino Unido tras el brexit. Londres y Bruselas quieren reciprocidad y dejar claro desde el principio de las negociaciones cuál será el statu quo de los 4.1 millones de personas desplazadas a uno u otro lado del canal de la Mancha. Pero en el ánimo del Ejecutivo británico también está blindar la soberanía sobre Gibraltar una vez que se consume la salida. May se olvidó del Peñón en su carta de divorcio y el lunes trató de enmendar ese terrible error vinculando los derechos de los ciudadanos de la UE al futuro de la colonia británica. «Los acuerdos recíprocos se aplicarán al conjunto del Reino Unido, incluido Escocia, Gales, Irlanda del Norte, toda Inglaterra y Gibraltar [...] Las decisiones que actualmente están siendo tomadas por las Administraciones autónomas o por el Gobierno de Gibraltar continuarán siendo tomadas por ellos».

La mención al territorio en disputa con España amenaza con atascar las negociaciones solo una semana después de haber arrancado. Y no solo por la negativa del Gobierno español de ceder al chantaje británico. La UE cierra filas tras las directrices del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quien dejó claro a Londres que no habrá ningún acuerdo comercial entre los 27 y el Reino Unido si no cuenta con el visto bueno de España. Bruselas examina los folios con la propuesta británica, pero recordó ayer al Gobierno de May que «la cuestión de Gibraltar está contemplada por el mandato de negociación que nos ha dado el Consejo y nosotros nos atenemos a ese mandato», explicó el portavoz de la institución, Margaritis Schinas. 

La soberanía del Peñón solo es la punta del iceberg de los problemas que deberán resolver Londres y Madrid. Aunque la cuestión de la residencia aparentemente no entraña mayores problemas en Gibraltar (la mayor parte de los españoles que trabajan allí residen en España), sí habrá que aclarar qué pasará con las garantías de sus pensiones o con el tráfico entre el territorio gibraltareño y el español. 

Las dos partes andan con pies de plomo. España no quiere quemar todos sus cartuchos a la primera de cambio y dejar que Londres tome como rehenes a los más de 100.000 españoles que residen en el Reino Unido. Por el momento, el Gobierno y la UE no se dejan impresionar. A nadie le acaban de convencer las propuestas de May, calificadas de «vagas» e «insuficientes» por sus socios y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. El próximo 12 de julio el negociador europeo, Michel Barnier, informará a los comisarios de sus conclusiones en torno a la oferta británica y se espera que Bruselas, una vez más, exija a Londres someterse al Tribunal de Justicia de la UE y respalde las tesis de España en torno al futuro negociado para Gibraltar. 

El Peñón, un error de cálculo del Gobierno británico

Como todos los preparativos del brexit, la cuestión del futuro de Gibraltar ha sido dirigida por May de forma desastrosa. En su carta de divorcio de la UE no se hacía ni una sola mención a los derechos del país sobre el Peñón, en disputa con España desde hace décadas. El Gobierno español aprovechó ese error de cálculo, adjudicado a las prisas y la improvisación del Ejecutivo británico, para introducir en las directrices europeas de negociación su derecho a vetar cualquier acuerdo futuro entre la UE y el Reino Unido si no se resolvía la controversia. Una artimaña que no sentó nada bien en Londres, donde algunas voces no tardaron en sugerir que se utilizasen las tensiones independentistas en Cataluña para desestabilizar y chantajear al Gobierno español. Londres defiende que en el 2002 los ciudadanos gibraltareños rechazaron la soberanía compartida entre ambos países. Madrid reclama su derecho histórico sobre uno de los pocos territorios que quedan en el mundo pendientes de descolonización.