Pese a su situación de minoría, incluso con la coalición formada con los socialistas vascos, que suma solo 37 escaños de los 75 de la Cámara, Urkullu afronta la legislatura sin alternativa coherente posible, lo que le permitirá encarar los retos pendientes sin riesgo de que su Gobierno caiga en caso de fracasar en alguno.
Reforma del Estatuto. Todos los grupos, excepto el PP, están de acuerdo en reformar el Estatuto vasco, pero el acuerdo para ello no será fácil, ya que, aunque propuestas como la del derecho a decidir, en la que coinciden PNV, EH Bildu y Podemos, suman mayoría, son rechazadas por sus socios del PSOE, que sí aceptan la reivindicación del País Vasco como nación, aunque limitada al ámbito cultural. Más fácil será el pacto para reclamar las transferencias pendientes, algo que apoya el PSOE e incluso el PP, aunque con matices.
Desarme de ETA. Urkullu defiende un «final ordenado» de ETA, pero cuenta con la dificultad de no tener transferida la política penitenciaria. Por ello, en sus negociaciones con el Gobierno central pondrá el acento en asumir esa competencia. Y tampoco está en su mano la necesaria autocrítica de la izquierda aberzale, imprescindible para normalizar definitiva en el País Vasco.
Presupuestos. La dificultad de aprobar unos Presupuestos vascos estando en minoría puede verse paliada por el hecho de que el PNV puede resultar imprescindible para que el Gobierno del PP apruebe lo suyos en Madrid, lo que daría lugar a una reciprocidad en los apoyos. Pero ni sus socios de PSOE vasco ni la oposición de Bildu y Podemos lo pondrán fácil pactar con el PP.