Un nacionalista pragmático que huye de los errores cometidos por Ibarretxe

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

Su discurso posibilista y su estrategia pactista lo alejan cada vez más del independentismo rupturista de los partidos catalanes

25 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Serio, formal, reservado, educado, familiar, religioso, deportista, no prueba el alcohol, no fuma, come sano y es militante del PNV desde los 16 años. Iñigo Urkullu Renteria (Alonsótegui, Vizcaya, 1961) reelegido ayer como lendakari con el apoyo del PSE, es algo así como el yerno ideal de cualquier madre nacionalista vasca. No es que los predecesores de su partido en el cargo, José Antonio Ardanza y Juan José Ibarretxe, fueran precisamente la alegría de la huerta, pero Urkullu se ha labrado una merecida fama de político templado, hermético y pragmático, que no dice nunca una palabra más alta que otra, no pierde jamás los papeles y huye permanentemente del conflicto, al menos en público. Es, por decirlo con un ejemplo, lo más alejado que pueda existir respecto otro gran referente del PNV, el histórico Xabier Arzalluz.

Urkullu es un nacionalista ortodoxo en lo que afecta a la doctrina, pero sus gestos expresan su deseo de superar el tradicional discurso maximalista, victimista y utópico del PNV para reemplazarlo por uno mucho más moderno, posibilista y pegado a la realidad. Él mismo se declara un «independentista del siglo XXI». «Es imposible que hoy un Estado se pueda declarar independiente», dijo en plena campaña de las elecciones vascas, para perplejidad de algunos, incluidos muchos de los suyos.

Su ascenso a la cúpula del PNV se cimentó en el fracaso de Juan José Ibarretexe, que representaba al ala más soberanista del partido y no pudo sacar adelante en el 2005 el plan que llevaba su nombre y que perseguía la autodeterminación a través de la reforma del Estatuto. El entonces presidente del partido, Josu Jon Imaz, del sector autonomista, consideró que la tesis del Estado libre asociado iba demasiado lejos, lo que llevó a los nacionalistas vascos al borde la una nueva escisión. Urkullu emergió entonces como figura de consenso que no se adscribía ni a halcones ni a palomas. En el 2007 se convirtió en el líder del PNV. En su primer discurso dejó ya su impronta. A los más soberanistas, con Ibarretxe y Egibar a la cabeza, los puso en su sitio con esta sentencia: «Se dice que querer es poder; lamentablemente, no es cierto». Pero combinó esa pulla con la afirmación rotunda de que «cabe en la Constitución el derecho a decidir».

Esa es precisamente una de las claves de su estrategia política, que le enfrenta cada vez más a los independentistas catalanes, que optaron por la ruptura con la ley acabando así con el modelo que habían manejado siempre CiU y el PNV, consistente en tensar al máximo la cuerda con el Gobierno español, fuera del signo que fuera, para acabar pactando y arrancando beneficios económicos y cuotas de autogobierno para sus respectivas comunidades. Urkullu mantiene ese viejo esquema, aunque aspira a dar un paso más, modificando la relación del País Vasco con el Estado a través del acuerdo y sin violar la Constitución. Algo que, incluso para muchos de sus compañeros, se antoja imposible.

Diplomado en Magisterio por la rama de Filología Vasca y amante de la música y las tradiciones de su comunidad, ejerció como maestro en una ikastola y luego en un colegio público dando clases de euskera y de txistu, instrumento vasco. Pero ese paso por las aulas fue fugaz, porque a los 23 años abandonó su profesión para dedicarse íntegramente a la política. Ascendió primero al Bizkai Buru Batzar (ejecutiva del PNV en Vizcaya). En el año 2000 ya presidía este órgano. Y en el 2009, ya como líder del partido, estrenó una etapa inédita para el PNV, ejerciendo la oposición en el País Vasco. Un Ibarretxe ya muy debilitado había ganado de nuevo las elecciones, pero sin mayoría para imponerse al socialista Patxi López, que, siendo el segundo, alcanzó un acuerdo con el PP para convertirse en lendakari.

Desde la oposición, Urkullu decidió asumir los errores y buscó un espacio singular en el complejo tablero político vasco. Admitió que su partido no había sido suficientemente firme contra el terrorismo y marcó distancias con Bildu, pero también con los socialistas vascos, rechazando su propuesta de un Estado federal. Se implicó en el fin del terrorismo de ETA, actuando como enlace entre la izquierda aberzale y el Gobierno de Zapatero, al que arrancó el traspaso de importantes competencias, acuñando así el lema de «gobernar desde la oposición» La presidencia del País Vasco acabó cayendo en sus manos como fruta madura en el 2012, una vez que las tensiones entre el PSOE y el PP acabaron con el Gobierno de López. Antes de ser candidato, Urkullu tuvo que abandonar el liderazgo del PNV, ya que las normas internas impiden ostentar ambos cargos.

Elegido lendakari en el 2012, durante su mandato priorizó la recuperación económica y la creación de empleo sobre la reivindicación de autogobierno y se esforzó en asentar la convivencia tras el fin del terrorismo, con inéditos gestos de acercamiento a las víctimas de ETA y no pocas críticas a la izquierda aberzale. Supo mantener la estabilidad en minoría, pactando con unos y otros. Su relación con Rajoy es correcta en lo personal, pero tirante por la negativa del Gobierno del PP a dar un mayor papel al Ejecutivo vasco en la disolución de ETA.

Acostumbrado a largas caminatas y a pasear por el monte con su familia y sus perros, es hincha del Athletic de Bilbao y jugó al fútbol en el Larramendi de Alonsótegui hasta la etapa de juveniles. Pese a su fama de hombre de orden, fue el primer miembro del PNV que se declaró insumiso, negándose a realizar el servicio militar, por lo que estuvo a punto de ingresar en prisión.

Fiel a su pragmatismo, se dispone ahora a ejecutar la pirueta de mantener a la vez un pacto con el PSOE en Vitoria, con el PP en Madrid, si acaba apoyando los Presupuestos, y con Bildu en Navarra a través de Geroa Bai. La debilidad de un PSOE vasco obligado a pactar para no caer en la irrelevancia le facilita ese juego a tres bandas. Lo que está por ver es si su pragmatismo servirá de ejemplo para desatascar el conflicto catalán o si, como cree el PP, Urkullu es un lobo con piel de cordero que puede complicar aun más las cosas.

Líder del PNV desde el 2007. Líder de la oposición del 2009 al 2012, año en el que renunció al cargo para ser candidato a lendakari, puesto que ha ocupado los últimos cuatro años.

Tres carteras socialistas y pocas novedades en un Gobierno obligado a forjar pactos

El nuevo Gobierno de Iñigo Urkullu tendrá 11 carteras, tres más que el actual, que es precisamente el número de departamentos que ocupará el PSE. Las mayores novedades son las de Pedro Azpiazu, del PNV, que deja el Congreso y se ocupará de Hacienda, y la del sociólogo Alfredo Retortillo (PSE), que se hará cargo de Turismo, Comercio y Consumo. El actual director del diario Deia, Bingen Zupiria, será el responsable de Cultura. Los otros dos consejeros socialistas serán María Jesús San José (Trabajo y Justicia) e Iñaki Arriola (Medio Ambiente, Planificación Territorial y Vivienda). La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, asistirá hoy a la toma de posesión de Urkullu.

Pese a su situación de minoría, incluso con la coalición formada con los socialistas vascos, que suma solo 37 escaños de los 75 de la Cámara, Urkullu afronta la legislatura sin alternativa coherente posible, lo que le permitirá encarar los retos pendientes sin riesgo de que su Gobierno caiga en caso de fracasar en alguno.

Reforma del Estatuto. Todos los grupos, excepto el PP, están de acuerdo en reformar el Estatuto vasco, pero el acuerdo para ello no será fácil, ya que, aunque propuestas como la del derecho a decidir, en la que coinciden PNV, EH Bildu y Podemos, suman mayoría, son rechazadas por sus socios del PSOE, que sí aceptan la reivindicación del País Vasco como nación, aunque limitada al ámbito cultural. Más fácil será el pacto para reclamar las transferencias pendientes, algo que apoya el PSOE e incluso el PP, aunque con matices.

Desarme de ETA. Urkullu defiende un «final ordenado» de ETA, pero cuenta con la dificultad de no tener transferida la política penitenciaria. Por ello, en sus negociaciones con el Gobierno central pondrá el acento en asumir esa competencia. Y tampoco está en su mano la necesaria autocrítica de la izquierda aberzale, imprescindible para normalizar definitiva en el País Vasco.

Presupuestos. La dificultad de aprobar unos Presupuestos vascos estando en minoría puede verse paliada por el hecho de que el PNV puede resultar imprescindible para que el Gobierno del PP apruebe lo suyos en Madrid, lo que daría lugar a una reciprocidad en los apoyos. Pero ni sus socios de PSOE vasco ni la oposición de Bildu y Podemos lo pondrán fácil pactar con el PP.