Dos países extranjeros en la campaña. Venezuela pone a Pablo Iglesias a la defensiva
28 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Está siendo una precampaña muy extraña. Un país extranjero, Venezuela, lleva varios días convertido en el asunto central de confrontación política. Y ayer entró en juego otro, Grecia. PP, PSOE y Ciudadanos están utilizando la grave crisis venezolana como arma arrojadiza contra Podemos, recordando las estrechas vinculaciones de sus actuales dirigentes, entre ellos Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, con el régimen chavista, del que fueron asesores muy bien pagados y al que ensalzaron con entusiasmo. El detonante de este súbito interés por el país latinoamericano ha sido el viaje de Albert Rivera, que le ha valido para recuperar protagonismo tras el fallido pacto con Pedro Sánchez. Pero también ha recibido numerosas críticas de oportunismo y sobreactuación. La inclusión por Mariano Rajoy en la agenda del Consejo de Seguridad Nacional de la grave situación venezolana ha servido al PP para volver a situarse en primera línea de la defensa de la oposición a Maduro, que le disputa Rivera. Tampoco Sánchez ha perdido la oportunidad de arremeter contra Podemos, acusándolo de querer importar ciertos elementos del chavismo que suponen un retroceso en los derechos y las libertades.
A los dirigentes de la formación morada, que se han puesto a la defensiva, ya no les interesa hablar de Venezuela, país al que viajaban muy frecuentemente hace apenas unos pocos años para apoyar al régimen. Incluso rechazan que un político como Rivera intervenga en sus asuntos internos. Iglesias nunca critica abiertamente a Maduro y se limita a constatar que hay un conflicto entre el poder ejecutivo y el legislativo. Incluso justifica que el opositor Leopoldo López esté en la cárcel porque hay que respetar la legalidad de otros países.
Pero el Gobierno se sacó ayer otro conejo de la chistera, Grecia, donde gobierna Alexis Tsipras, el líder de Syriza a quien Iglesias respaldó personalmente en la campaña electoral. Entonces dijo que allí había empezado el cambio, pero el primer ministro ha tenido que capitular y aceptar las imposiciones de Bruselas, asumiendo tremendos recortes y bajadas de pensiones. De esta forma, lanzaba contra Podemos el desastre venezolano y la impotencia de Tsipras.