De la nueva política al pacto con el viejo PCE

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

Pilar Canicoba

Con el acuerdo con Garzón, Iglesias abandona el modelo de partido transversal y abraza el discurso de la izquierda clásica

08 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Cuécete en tu salsa llena de estrellas rojas y de cosas, pero no te acerques, porque sois precisamente vosotros los responsables de que en este país no cambie nada. Sois unos cenizos». Así se refería hace solo once meses el líder de Podemos, Pablo Iglesias, a los dirigentes de Izquierda Unida que le proponían una alianza. Pero, desde entonces, y con las elecciones del 20D por medio, en las que Podemos mantuvo un discurso transversal con en el que rechazaba la etiqueta de la izquierda, el partido morado ha dado un giro a su estrategia. No solo porque ahora esté dispuesto a pactar con aquellos a los que despreciaba, sino porque, al formar una coalición con IU, que tiene como miembro de referencia al Partido Comunista de España, abandona la transversalidad para asumir el discurso de la izquierda más antigua. Algo muy alejado de la reivindicación de la «nueva política» que estaba en el germen de Podemos, y dirigido exclusivamente a votantes de la izquierda clásica.

 ¿Sigue siendo Podemos un partido transversal?

«La política entre izquierda y derecha es una estafa». Eso es lo que afirmaba hace un año Pablo Iglesias, que ya en el discurso fundacional de Podemos en el palacio de Vistalegre de Madrid en noviembre del 2014 se marcó como objetivo «ocupar la centralidad del tablero». Por ello, Podemos se declaraba un partido «transversal» y rechazaba cualquier coalición con IU. «El frente de izquierdas es volver a lo mismo y dejar que gane la banca. Que nadie se ofenda si digo que algunos dirigentes de izquierdas fueron torpes, cenizos y no hicieron autocrítica», afirmó Iglesias en un discurso en Badalona en junio del 2015, cuando algunos le proponían la alianza con IU. En una entrevista en La Voz de Galicia realizada cuatro días antes de las pasadas elecciones generales, Iglesias reclamaba incluso el voto de quienes hubieran apoyado a partidos de derechas. «Lo fundamental no es lo que haya votado en el pasado, sino que comparta un futuro de país distinto», dijo entonces. Su número dos, Íñigo Errejón, afirmó en Londres en septiembre del 2014 que «Podemos no es una coalición de grupos de izquierdas, y, si me apuráis, tampoco es un partido de izquierdas». Ahora, con el pacto con los de Alberto Garzón, Podemos abandona ese discurso y se sitúa claramente en el eje de la izquierda clásica.

 ¿Puede considerarse al Partido Comunista de España como un partido de la nueva política?

No. Al contrario, el PCE, fundado en noviembre de 1921, es el segundo partido más antiguo de todos los que ocupan un escaño en el Parlamento español, después del PSOE, y por tanto un genuino representante de la vieja política. De hecho, surgió como una escisión del PSOE. El PCE, con el que Podemos está a punto de aliarse, se define en sus propios estatutos como un partido «de clase» que se propone participar en «la transformación revolucionaria de la sociedad y de sus estructuras políticas, en la superación del sistema capitalista y la construcción del socialismo en el Estado Español». En esos estatutos se dice también que el PCE «se basa en el marxismo revolucionario, aplicando la obra teórica de Marx, Engels, Lenin y otros pensadores marxistas». Nada que suene a nueva política.

 ¿Es comunista Alberto Garzón?

Sí. El candidato de Izquierda Unida y principal promotor de la coalición con Podemos está afiliado al Partido Comunista de España (PCE) desde el 2003 y nunca ha abandonado la militancia. Antes, había militado en la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE), en la que también estuvo Pablo Iglesias. Garzón considera que la socialdemocracia es «imposible» incluso «bajo un capitalismo de rostro humano» y asegura también que «el capitalismo es incompatible con la democracia».

 ¿El pacto entre Podemos e IU sería una coalición o una confluencia?

Claramente, una coalición. Podemos rechazó siempre las alianzas con partidos de implantación nacional y solo formó lo que en sus propios términos se llaman «confluencias» con fuerzas de ámbito autonómico que no tuvieran representación fuera de su comunidad. Es lo que hizo, por ejemplo, en Galicia con Anova, en la Comunidad Valenciana con Compromís, o en Cataluña con Barcelona en Comú (Ada Colau) e Iniciativa per Catalunya-Verds. IU, sin embargo, es un partido de ámbito nacional con implantación en toda España, por lo que cualquier alianza sería una coalición de partidos, y no una lista de confluencia.

¿Ha asumido Podemos las actitudes propias de la vieja política?

Sí. En los últimos meses, Podemos ha adoptado en ocasiones posturas similares a las de los partidos de la vieja política, rechazando dar explicaciones públicas sobre las polémicas que afectan a sus dirigentes y reduciendo su contacto con los medios. La jueza y diputada de Podemos Victoria Rosell, investigada en el Tribunal Supremo por prevaricación y cohecho, ha protagonizado varios incidentes con las fuerzas de seguridad, a las que ha reclamado un trato de privilegio por su condición de diputada. Podemos, que pidió la dimisión de dirigentes de otros partidos sin que estos tuvieran la condición de investigados, ha respaldado sin embargo a Rosell y se plantea incluirla en las listas pese a estar siendo investigada. El propio Iglesias respaldó también al concejal de Podemos y candidato en las pasadas elecciones Andrés Bódalo, condenado a tres años y medio de cárcel por dar puñetazos a un edil del PSOE.

 ¿Es muy distinta la organización de Podemos de la de los partidos clásicos?

No. El carácter asambleario y descentralizado con el que nació Podemos, al calor del movimiento de los indignados del 15M, prácticamente ha desaparecido, al igual que la organización en círculos, para dar paso a una jerarquía clásica muy vertical, con un secretario general con mayores poderes incluso que los de los líderes de otras formaciones, y con un control absoluto por parte de la dirección nacional. Algo que ha provocado graves conflictos en varios territorios, entre ellos Galicia.