El beso de Pablo Iglesias vuelve a calentar la política española

La Voz

ESPAÑA

La primera parte del discurso del líder de Podemos fue una sucesión de bromas en cadena a cuento de su gesto con Domènech

06 mar 2016 . Actualizado a las 02:10 h.

Pablo Iglesias se aupó a la tribuna y, tras las intervenciones de Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, tomó la palabra: «El pasado miércoles, ocurrió algo perturbador en esta Cámara -arrancó el líder de Podemos-. Yo tardé en percatarme de ello y es que el portavoz de En Comú Podem y un servidor nos dimos un beso en los labios». Se refería el candidato de la formación morada al gesto que en la primera sesión de investidura eclipsó el predecible batacazo de Sánchez, que no consiguió los apoyos suficientes para instalarse en la Moncloa.

«Me han dicho algunos periodistas que esa imagen quedará para el recuerdo, como también quedará la mirada inquieta del señor De Guindos, que pareciera que nunca ha roto un plato», continuó, mientras el ministro se daba por aludido a carcajada limpia -aseguró luego a los periodistas que le había parecido muy gracioso-. «Señor ministro de Economía, para estar al frente de este ministerio hay que romper platos de vez en cuando -le recomendó-. Y algunas cosas más».

«Me preocupa, aunque en el fondo no tanto, que parece que a partir de ese beso la política española parece que se está calentado». Iglesias, sembrado, siguió adelante con su show: «Ayer en un programa de televisión asistí con estupor al hecho de que Andrea Levy bebe los vientos por un diputado de podemos, el señor Miguel Vila, y les aseguro algo, no está entre mis funciones como presidente controlar la virtud de mis imputados, sino garantizar su felicidad, así que si quieren ustedes conocerse pongo a su disposición mi despacho».

A estas alturas, la mitad de la cámara ya había olvidado qué razón les congregaba una tarde de viernes en la Carrera de San Jerónimo. Se encontraba completamente absorta en el culebrón de turno que les narraba Pablo Iglesias, mientras Sánchez hacía esfuerzos por no mover ni un solo músculo. «Fluye, fluye el amor en la política española. Pedro, solo quedamos tu y yo», le cortejó hábilmente Iglesias. Le tendió la mano, pero no hubo beso esta vez.