La infanta Cristina se escuda en su marido

Agencias LA VOZ

ESPAÑA

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La infanta Cristina declara que la Casa del Rey supervisaba las actividades de la empresa que compartía con su marido, que era quien gestionaba todo, y de la que ella no sabía nada

04 mar 2016 . Actualizado a las 07:59 h.

Cinco años de instrucción para apenas 24 minutos de declaración a la carta. Cristina de Borbón, como ya hiciera hace dos años ante José Castro, el juez de instrucción, se refugió tras la ignorancia para no reconocer nada ante el tribunal del caso Nóos. Absolutamente nada. Pero hubo novedades. La hermana del rey, por primera vez, se puso bajo el paraguas de la supuesta supervisión de la Casa Real. «Todo lo que hacíamos estaba controlado», llegó a aducir. En síntesis, sostuvo que jamás se interesó ni fue informada por su marido del día a día de Aizoon, la empresa que comparte al 50 % con Iñaki Urdangarin y que, supuestamente, fue usada para desviar a sus bolsillos 923.049 euros de dinero público y defraudar a Hacienda más de 337.000 euros. «Mi marido y yo no hablábamos de esos temas», de los económicos, resumió con cierta displicencia. «¿Por que no le preguntaba?», le inquirió su abogado. «No procedía. No eran temas que me interesase hablar con él. En esos años nuestros hijos eran bien pequeños y estábamos muy ocupados», volvió a responder.

La infanta Cristina hizo uso de su derecho de imputada para solo someterse a las medidísimas preguntas de su abogado, Pablo Molins, que dirigió un interrogatorio exculpatorio con el único fin de que la acusada pudiera desgranar sin problemas una versión calcada a la de su esposo y sus tres argumentos para desvincularse de Aizoon. El primero, que su agenda como madre de cuatro hijos de entre dos y ocho años e infanta de España con cerca de cien actos institucionales al año hacía materialmente imposible que tuviera tiempo para saber qué hacía su marido en su empresa. El segundo, que era su esposo el que exclusivamente «tomaba las decisiones en Aizoon» porque era el «administrador único», hasta el punto de que ella jamás participó en una junta de la sociedad. Y el tercero, que confiaba plenamente en los asesores de su marido, entre ellos los que le puso a su disposición la Casa Real, Carlos García-Revenga, secretario de las infantas, y Federico Rubio, el funcionario de Hacienda que hacía las declaraciones de la renta a la familia real.

Declaración exculpatoria

Por primera vez, y como venía haciendo su esposo, se refugiaba bajo las faldas de la Zarzuela. Las preguntas de Molins fueron dando paso sucesivamente a las frases redondas de la imputada para huir de cualquier responsabilidad en Aizoon y de la colaboración en los dos delitos fiscales de Urdangarin por los que la acusación popular de Manos Limpias, única parte del proceso que le acusa, le reclama ocho años de cárcel. «No tenía ni firma ni poderes en Aizoon. No podía acceder al saldo de la sociedad. Nunca he sabido cuáles eran los ingresos y los gastos de Aizoon. Yo no recibía los extractos bancarios de la sociedad». La hermana de Felipe VI siguió el guion perfectamente medido para desvincularse también de la Visa Oro de Aizoon a su nombre con la que durante años se hicieron compras ajenas a la sociedad. Explicó que no «disponía de esa tarjeta» porque era «custodiada» por su marido.

Sin preguntas engorrosas siguió exculpándose, al asegurar que jamás su esposo le comentó que se dedicaba a desgravar a través de Aizoon gastos tan personales de la familia como un safari en África o compras de vinos. De nuevo, ignorancia supina sobre los servicios y bienes que disfrutaban ella, su esposo y sus hijos a cargo de las cuentas de la supuesta sociedad fantasma. «Lo he visto aquí en la causa. Era mi marido el que se encargaba de los gastos personales. Yo no pagué esos viajes, los gestionó mi marido. Desconozco cómo se hizo. Teníamos divididas las funciones y era mi marido el que se encargaba de los gastos personales».

La imputada sostuvo contra viento y marea de que ella «nunca» dio una «sola instrucción sobre Aizoon». Molins también hizo tocar a su patrocinada uno de los temas que más han escocido siempre al matrimonio, el de que usaron a la infanta como escudo fiscal para evitar que Aizoon fuera investigada por Hacienda. «Si me lo hubiesen propuesto no hubiera aceptado nunca. En mi situación hubiera sido sometida a la mayor transparencia y control de la Administración, puesto que todo lo que hacíamos estaba controlado». La operación de descargo diseñada por su defensa también pasó por hacerla negar «rotundamente» haber tenido dinero negro ni capital oculto en paraísos fiscales.

El programa preestablecido pasó por el también espinoso tema de la contratación irregular del servicio doméstico del palacete de Pedralbes a nómina de Aizoon. «Yo solo intervenía en la selección. Desconozco el tipo de contrato que se le hizo y cómo se les dio de alta en la Seguridad Social. Esa decisión la tomó mi marido y sus asesores», volvió a descargarse. El guion acabó con una frase igualmente redonda a modo de despedida: «Confío plenamente en mi marido y confío plenamente en su inocencia, y estoy convencida de que ha estado bien asesorado».