El varapalo de la Audiencia de Palma obliga a la infanta a revisar su defensa

melchor sáiz-pardo MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Ballesteros | EFE

La exduquesa deberá replantear la estrategia para desvincularse de Aizoon

31 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Les ha cogido a contrapié. No lo esperaban. Es más, el equipo jurídico de la infanta Cristina ni siquiera contemplaba la posibilidad de que la Audiencia Provincial de Palma no aplicara a su cliente la «doctrina Botín» y la mantuviera amarrada al banquillo de los acusados. El inesperado varapalo del tribunal, admiten en círculos cercanos del despacho Roca Junyent, obliga a replantearse la estrategia de la exduquesa, que hasta ahora había estado centrada en aspectos muy técnicos. Ahora debe pasar por una cuestión mucho menos compleja: desvincularse a toda cosa de Aizoon, la sociedad del matrimonio que Iñaki Urdangarin usó supuestamente para defraudar hasta 337.138 euros a Hacienda en los años 2007 y 2008.

El abogado de la infanta, Miquel Roca, aseguró el viernes, al poco de conocer que su cliente seguiría encausada, que los preparativos de la nueva táctica y del interrogatorio de su patrocinada, que probablemente tendrá lugar el 26 de febrero, iban a ser simples porque «es muy sencillo lo que tiene que decir». Sin embargo, quizás no todo sea coser y cantar. Lo cierto, recuerdan en los tribunales palmesanos, es que la situación de Cristina de Borbón es mucho más complicada de lo que da a entender Roca. En el entorno de la defensa de la infanta también son conscientes de que volver a la estrategia del pasado puede ser un suicidio procesal y apuestan por un «golpe novedoso» que no terminan de saber en qué consistirá.

La imputada, en teoría, puede, como ya hizo en su interrogatorio del 8 de febrero del 2014, negarlo todo, echar balones fuera. Volver a usar la fallida táctica de la mujer florero que solo se dedicaba a sus hijos, a su trabajo en La Caixa y a cumplir la agenda impuesta por Zarzuela.

La exduquesa es muy capaz el día de su interrogatorio de convertirse de nuevo en un perfecto frontón, como lo fue en el 2014 cuando durante seis horas y media usó hasta 569 evasivas. Pero aquella estrategia no hizo más que empujar al instructor José Castro a seguir adelante. Las evasivas fueron también suficiente argumento para que la Audiencia Provincial confirmara su procesamiento.

Trabajos «personalísimos»

Con estas premisas, la cosa se complica. Nadie -ni Urdangarin ni la infanta- pueden negar la existencia de los dos fraudes fiscales, que son palmarios, ya que existe ingente documentación que prueba que el exdeportista tributó como impuesto de sociedades a través de Aizoon trabajos «personalísimos» a multinacionales que debía haber tributado como IRPF.

Tampoco la infanta puede negar que se benefició del dinero de Aizoon, sabedora de que esa sociedad no existía más que en el papel. Cristina de Borbón, su marido y sus hijos disfrutaron a cuenta de las arcas de la empresa familiar Aizoon, y no del sueldo de ella ni de su esposo, de viajes al extranjero, estancias en hoteles, comidas en restaurantes, fiestas privadas, cursos de formación en coaching, servicios de empresas de ocio infantil o lecciones de baile. En total, 262.120 euros.

Aizoon, además, pagó 436.703 euros de la reforma del palacete de Pedralbes. La infanta, apuntan los documentos del sumario, recibía cada semana, de las arcas de la empresa, pagos de entre 600 y 700 euros sin más concepto que «su factura». La imputada giró facturas contra esa firma como si fuera un proveedor externo por valor de 3.828 euros. Asimismo, la duquesa usó de manera regular durante siete años, de 2004 a 2011, la tarjeta Visa Oro Bussines de Aizoon para, entre otras cosas, pagar ropa para sus hijos, material escolar, floristerías, autopistas y comidas en restaurantes.

¿Qué salida le queda a la infanta Cristina? Diversos abogados en la causa apuntan a que la salida sigue siendo desvincularse del día a día de Aizoon. Eso sí, no reconocer la mínima culpa «no sería convincente», advierten. El problema, explican, es que admitir cualquier conocimiento de lo que ocurría en esa sociedad puede ser muy peligroso. «La situación es endiablada y harto delicada», sostienen.