El PSC recurre a Pedro Sánchez para llegar a los votantes no soberanistas«España no es Rajoy»

paula de las heras MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Los socialistas catalanes aparcan el discurso identitario y se centran en lo social

13 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La imagen de un Miquel Iceta que baila desinhibido el Don?t stop me now de Queen mientras agarra de la mano a Pedro Sánchez en el acto de apertura de campaña del PSC para las elecciones catalanas del 27 de septiembre, el pasado jueves, dice mucho más de lo que a simple vista pudiera parecer. Los socialistas catalanes, que en seis años han perdido un 50 % de sus apoyos electorales, han decidido cambiar de registro. Ya lo hicieron, en realidad, en las pasadas municipales, en las que pese el descalabro en la ciudad de Barcelona, lograron salvar no pocos muebles en el área metropolitana con 26 mayorías absolutas gracias a un discurso social alejado de coqueteos con el soberanismo. Ahora la estrategia irá aún más lejos con un desembarco sin precedentes de dirigentes del PSOE y la exhibición sin complejos de la marca nacional.

El secretario general de los socialistas no solo estuvo en la pegada de carteles, algo casi impensable para sus predecesores posiblemente desde la época de Felipe González. Ayer regresó a Cataluña con actos en Tarragona y Barcelona, hoy protagonizará otro mitin en Lérida y aún volverá en al menos un par de ocasiones más. Su objetivo es movilizar hasta el último de sus potenciales votantes no soberanistas y evitar, más que nunca, que, hastiados por el debate único, sucumban a la tentación de quedarse en casa. «La Cataluña social tiene que acudir en masa a las urnas -reclamó durante su discurso- y votar socialista».

Es lo que le queda a una formación que en su día fue capaz de aglutinar un voto transversal, pero que ha ido perdiendo seguidores en su intento de nadar y guardar la ropa: la apelación a aquellos progresistas más ajenos al debate identitario, a los que se sienten cómodos siendo catalanes y españoles y a las clases trabajadoras que tiene sus orígenes en otras partes de España.

En las catalanas del 2012, el PSC obtuvo solo 20 diputados (30 menos que CiU) y ERC le superó como segunda fuerza del Parlamento. Ahora los sondeos apuntan a que puede convertirse en cuarto o quinto partido y, en el mejor de los casos, le otorgan 15 escaños. Así que, a diferencia de lo que ocurrió en las locales 2011, cuando los socialistas de Cataluña reclamaron a José Luis Rodríguez Zapatero y demás miembros del PSOE que no aparecieran por allí, ahora ocurre lo contrario. Y no solo contarán con Pedro Sánchez; también hay ya cerrados actos de Felipe González, de miembros de la Ejecutiva Federal como Patxi López, y de casi todos los barones, incluida la presidenta de Andalucía, Susana Díaz.

La dirección de los socialistas catalanes ha llegado a la conclusión de que es inútil seguir tratando de contentar a esa parte de su antiguo electorado que se siente seducido por la idea de la secesión. Ya quedó claro cuando el pasado verano Iceta enterró la defensa del «derecho a decidir», aunque insista una y otra vez en que eso no quiere decir que no haya que hacer nada para que Cataluña se sienta más cómoda en España. Su advertencia ayer, junto a Sánchez, fue otra. «Que no nos podamos arrepentir -dijo tras recordar el empeño de Artur Mas en convertir los comicios en un plebiscito- de que se ha tomado una decisión que nos afecta a todos, pero a la mayoría no nos gusta».

«España no es Rajoy»

Pedro Sánchez prometió que él impulsará un cambio no solo en las relaciones entre catalanes y españoles, y entre catalanes entre sí, sino en las políticas de austeridad. «España no es de derechas, es plural y diversa y quiere a Cataluña. Y a partir de septiembre y de diciembre será así con un Gobierno socialista -adujo-; así que nadie se quede en casa y que aquellos que están dudando voten al PSOE, porque nosotros sí nos vamos a ocupar de sus problemas». El suyo fue un discurso con la vista puesta ya en la Moncloa. «Nuestra patria está en las aulas de los colegios públicos, en los hospitales, en las residencias...». «España no es Rajoy, no es insolidaria, anticatalana ni de derechas», insistió.

Mas alerta a los suyos de que no se confíen porque «nada está ganado»

Un día después de la manifestación de la Diada, que reunió a entre 520.000 y 1,4 millones de personas, Artur Mas avisó a los suyos que el partido aún «no está ganado». Y salió al paso de las interpretaciones triunfalistas que sectores del independentismo hicieron de la cuarta gran protesta consecutiva del 11S. Así, Jordi Sánchez, presidente de la ANC, habló de «moral de victoria» y añadió: «Tenemos ganadas buena parte de las urnas del 27S».

Mas trató de rebajar la euforia, pues es consciente de que una cosa es exhibir músculo y otra vencer en las elecciones. «Algunos podrían pensar que tras la Meridiana ya está todo hecho y sería un error monumental», afirmó.

La tarea que tiene por delante la candidatura de Junts pel Sí es transformar la fuerza de la calle en un apoyo masivo al independentismo en las urnas. El líder de Convergència lo sabe por experiencia, porque hace tres años adelantó los comicios como respuesta a la presión del soberanismo social, que en la Diada del 2012 también se manifestó de manera contundente. Sus estrategas no captaron entonces del todo bien el mensaje de la calle, pues dos meses después de la Diada las urnas castigaron a CiU, que aspiraba a la mayoría absoluta y se quedó con una victoria agridulce y a merced de Esquerra.

Mas no quiere que se repita la historia. «No podemos despistarnos, no vaya a ser que en un exceso de euforia nos pensemos que esto ya está hecho; lo que queremos hacer requiere ganar en las urnas», afirmó. Fijar el arranque de la campaña en la Diada buscaba que esta actuara de empujón.