La pesadilla de «la abuela Josefa» termina en el hospital

Eloy Vera EFE

ESPAÑA

Atlas TV

Con 62 años se enfrenta a seis a meses de cárcel y a derriar la vivienda que construyó hace 16 años en una zona protegida donde viven sus dos hijos,  uno de ellos discapacitado, y sus tres nietos

21 ago 2015 . Actualizado a las 20:58 h.

La «abuela Josefa», como ya conocen en Fuerteventura a Josefa Hernández, lleva diez días viviendo sus peores momentos, sufriendo las consecuencias de haber desobedecido una sentencia para no dejar a su familia sin techo, en una tensión que este viernes ha acabado con ella en el hospital.

La pesadilla de Josefa, de 62 años, comenzó en 2012, cuando una resolución firme del Juzgado de lo Penal número 2 de Puerto del Rosario la condenó a seis meses de cárcel, a pagar una multa de 700 euros (que ya ha abonado) y a derribar la vivienda que construyó hace 16 años en unos terrenos heredados en la zona de Aguas Verdes, en el Parque Rural de Betancuria, ahora catalogada como ilegal.

A lo largo de los últimos días, ha repetido a cuantos se han interesado por su caso las mismas palabras que lleva años diciendo: «No he tirado la casa porque no tengo donde vivir». Ni ella, ni los dos hijos que viven con ella, uno de ellos con discapacidad mental, ni tampoco los tres nietos menores a los que mantiene.

Para garantizar su seguridad y evitar que sus nietos acabaran en manos de los servicios sociales, Josefa cambió la techumbre de la vivienda e hizo algunas remodelaciones en la casa que han acabado siendo interpretadas por la Justicia como un hecho de rebeldía.

El coraje que ha demostrado por luchar por lo que ella considera sus derechos también la ha llevado a iniciar, el pasado miércoles, una huelga de hambre ante las puertas de la Delegación del Gobierno en la isla junto a su hija Minerva Zerpa. En las últimas 72 horas han desfilado por allí familiares, amigos y políticos de distintos partidos con palabras de consuelo para Josefa, pero también con rabia por un caso que no terminan de entender y que coinciden en señalar como «una injusticia».

La fuerza que esta sexagenaria ha demostrado los últimos días empezó a tambalearse esta madrugada, sobre las 03.00 horas, cuando comenzó a ser consciente de lo poco que se podía hacer ya para evitar su inminente ingreso en prisión, previsto para este viernes. A las 10.00 de la mañana, un centenar de personas se volvía a congregar a su alrededor, a la espera de noticias o de algún milagro que evitara su ingreso en la cárcel de Tahiche, en Lanzarote. Mientras tanto, los abogados apuraban los últimos minutos para presentar en los juzgados una solicitud de suspensión de ingreso en prisión y otro de sustitución de condena.

Las buenas noticias no llegaban y, sobre el mediodía, Josefa abandonó el que ha sido los últimos días su hogar, la entrada de la Delegación del Gobierno, con el sonido de fondo de aplausos y gritos de decenas de majoreros que reclamaban justicia ante uno de los casos más mediáticos en los últimos tiempos en la isla.

Josefa Hernández no ha podido despedirse de los tres nietos que viven bajo su cuidado, porque sus hijos han preferido evitar el mal trago de que los pequeños tuvieran que decir adiós a su abuela. Poco después, llegaba al puerto de Corralejo y se bajaba del coche con síntomas de que su salud, deteriorada por la diabetes y la hipertensión, podía jugarle una mala pasada. Rodeada de sus hijos, algunos de sus nietos, hermanos, vecinos y miembros de plataformas solidarias, además del presidente del Cabildo majorero, Marcial Morales, el alcalde de Betancuria, Marcelino Cerdeña, y representantes políticos de NC y Podemos, Josefa dedicaba los últimos momentos a abrazar a sus hijos.

Sin embargo, no pudo subirse al barco que la llevaba a Lanzarote camino de prisión: se desmayó en la cafetería del puerto y, al poco tiempo, fue trasladada por una ambulancia al centro de salud de Corralejo, donde decidieron llevarla al hospital.

En estos momentos, los médicos de Urgencias del Hospital General de Fuerteventura cuidan de ella e intentan averiguar la causa del desvanecimiento, aunque la tensión y sus problemas de salud parecen estar detrás. A las puertas del hospital, sus hijos siguen con preocupación su estado de salud, entre ellos, María José, que anoche viajó desde Gran Canaria para acompañar a su madre, y también Cristina, que vive con ella en la casa de Aguas Verdes. Esta última se lamentaba: «No es lógico lo que están haciendo con mi madre».

Junto a ellos, familiares, amigos, periodistas y el que ha sido la sombra de Josefa los últimos días, el consejero de Podemos en el Cabildo André Briansó, esperan noticias del otro lado del hospital, sin perder la esperanza de que llegue el indulto que ya reclaman en internet más de 10.000 personas al ministro de Justicia.