Con nocturnidad, premeditación y alevosía

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ESPAÑA

04 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El teatro con el que Artur Mas firmó la convocatoria de elecciones, casi con nocturnidad, y sí con premeditación y alevosía, esperando hasta el último momento, es la prueba palmaria de como el presidente catalán está pervirtiendo las instituciones. Empezando por la propia Generalitat, que ha instrumentalizado de forma partidista como solo se hace en los regímenes totalitarios. Porque hace tiempo que Mas ha dejado de ser presidente de todos los catalanes para convertirse exclusivamente en líder de unas parte, los independentistas. Como político, es legítimo que abandere esa postura. Tanto como defender la contraria. Lo que no es lícito es utilizar el poder para utilizarlo para algo distinto a aquello para lo que se lo dieron. Una victoria electoral no da carta blanca para hacer lo que se quiera. El mandato presidencial incluye el escrupuloso respeto a las normas que propiciaron su elección, conlleva la obligación de atender los intereses de todos los ciudadanos y utilizar los recursos que se ponen a su disposición, las instituciones, para satisfacer las necesidades del conjunto de la sociedad. Nada de esto ha hecho Artur Mas. Al contrario. En su alocada huida hacia adelante, cada decisión que toma está más alejada de la rectitud democrática. Las elecciones convocadas ayer serán las terceras en menos de cinco años. Una prodigalidad sin parangón que devalúa las consultas hasta reducirlas a un juego que no responde a las necesidades de Cataluña sino al interés particular de un sector. Un filibusterismo político que alcanza extremos indignantes al intentar colar como plebiscito unas elecciones que en ningún caso pueden ser plebiscitarias, porque, lo disfrace como lo disfrace, tal cosa no existe. Con sus juegos malabares, Artur Mas lo único que consigue, además de pisotear la democracia, es dividir aún más a la sociedad.