Pujol, un año después de la catarsis

ramón gorriarán MADRID / COLPISA

ESPAÑA

BENITO ORDOÑEZ

La investigación parlamentaria no esclareció si el dinero negro proviene de su abuelo, los fondos desaparecidos en Banca Catalana o el cobro de comisiones

26 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Ayer, día de Santiago, hizo un año que Jordi Pujol confesó en un folio y medio que su familia, no él, tenía una fortuna oculta fuera de España. El dinero, dijo, procedía de una herencia que su padre Florenci legó en 1980 a su esposa, Marta Ferrusola, y sus siete hijos. No había regularizado esos fondos porque en todos los años que presidió la Generalitat de Cataluña, de 1980 al 2003, no encontró el momento «adecuado» para hacerlo. Fue «un error», confesó meses después ante el Parlament de Cataluña. Solo eso, una equivocación.

La revelación hizo que temblara el misterio del nacionalismo catalán y dejó pasmado al resto. Pero un año después no ha ocurrido nada, o casi. Pujol, señora e hijos han pasado por una comisión de investigación del Parlamento de Cataluña que aprobó unas conclusiones de dudoso valor político. Pujol, señora e hijos han pasado por distintos tribunales de justicia en los que tampoco se ha avanzado demasiado, salvo para poner en tela de juicio la coartada del expresidente. Todo ha quedado en el derrumbe del mito y el reproche social y moral. Para lo que sí sirvió la confesión fue para que se enlazaran a ella, como cerezas en un cesto, los oscuros trabajos y negocios de la prole de los Pujol-Ferrusola. Un secreto a voces, según algunos.

El escándalo saltó en el peor momento para Artur Mas y Convergència, embarcados por aquellas fechas, y aún hoy, en una aventura independentista de incierto futuro. El proyecto soberanista, sin embargo, jugó a favor de Pujol y Mas porque fue una cortina de humo para que el escándalo no adquiriera mayor dimensión política y social. El presidente de la Generalitat y su partido despojaron de todas sus prebendas y honores al arquitecto de la autonomía de Cataluña. Trazaron un cortafuegos en torno al prohombre caído y acotaron el escándalo a «un asunto de familia». Ni Mas ni el Gobierno catalán ni el partido tenían nada que ver. Pero cabe recordar que el hoy presidente de la Generalitat fue el delfín escogido por Pujol para su relevo después de haber sido su consejero de Economía y conseller en cap. La amistad entre ambos data de años, así como la de Mas con el primogénito del expresidente, de la que ahora abjura.

Aunque nadie lo reivindica en su partido, nadie lo vilipendia. Convergencia no ha hecho leña del árbol caído. El martes votó en contra en el Parlamento de Cataluña de las conclusiones de la comisión de investigación que reprobaron su comportamiento. Hasta tal punto está amortizado Pujol para su partido, que el consejero Francesc Homs se permitió decir que la corrupción es «cosa de otras épocas».

Los panes y los peces

De vuelta al origen, qué se sabe de la herencia de don Florenci. Muy poco. Conforme a la versión que han desgranado en pequeñas dosis los hijos, el legado fue de 140 millones de pesetas de las de hace 35 años (840.000 euros de ahora), al parecer en bancos suizos y que fueron manejados por dos testaferros, Delfí Mateu hasta 1989, y Joaquim Pujol Figa hasta 1990, cuando se hace cargo Jordi Pujol Ferrusola. Al parecer la perspicaz visión de los gestores hizo que el dinero se multiplicara como los panes y los peces, y en 1992 el legado ascendía a tres millones de euros. Unos fondos que se reparten entre la madre y los siete hijos.

Dirigentes políticos, fiscales y jueces sospechan que el manantial originario del capital es otro. Hay quien apunta a unos dineros, 20.000 millones de pesetas, que desaparecieron de Banca Catalana a principios de los ochenta. Pujol formaba parte del consejo de administración de la entidad financiera fundada por su padre. La Fiscalía se querelló contra él y otros administradores, aunque el caso fue archivado en 1986.

Una tercera teoría, con muchos adeptos, es que el capital procede de las comisiones cobradas a empresarios por contratos adjudicados por el Gobierno de la Generalitat. Un dinero que se repartiría, según esta hipótesis, entre Convergència y la familia. El 3 % denunciado por el socialista Pasqual Maragall.