Elecciones andaluzas: Cosecha de votos en el cortijo

Mariluz Ferreiro MARINALEDA / LA VOZ

ESPAÑA

Mariluz Ferreiro

Marinaleda no se entiende sin El Humoso, las fincas que explota la cooperativa impulsada por el Ayuntamiento y que dan trabajo a buena parte de sus vecinos

19 mar 2015 . Actualizado a las 08:33 h.

Dice Mohamed que no hay cortijo sin gallinas ni perro. Pero en Marinaleda presumen de que sí hay cortijo sin patrón. El Humoso es gestionado por una cooperativa impulsada por el Ayuntamiento desde hace más de veinte años. Unas 1.200 hectáreas de la provincia de Sevilla que pertenecieron al duque del Infantado y que producen aceitunas, alcachofas, pimientos, habas, pipas, espárragos, garbanzos, cereales, algodón... El corazón del feudo del movimiento agrario andaluz. Y de Juan Manuel Sánchez Gordillo.

Mohamed Soufí es el guardián del castillo. Vive en El Humoso con su familia. Llegó de Marruecos hace unos quince años. Es uno de los trabajadores fijos que tiene empleo todo el año. Aunque no forma parte de los 50 cooperativistas. Los empleados eventuales van y vienen según las campañas de siembra y de recogida. Pueden llegar a doscientos. Van cubriendo las peonadas. Tras la rebaja del Ministerio de Agricultura, ahora se necesitan 20 en lugar de 35 para cobrar el subsidio (una media de 400 euros mensuales durante medio año).

Hasta cuatrocientos

El Humoso es una pieza clave en la economía de un municipio con 2.748 habitantes. Y cuentan que en los años buenos, en el 2006 y el 2007, en el olivo podían juntarse más de cuatrocientos. «Venía gente de otros pueblos a trabajar», dice Mohamed. Añade que hace unos meses vino un grupo de chinos «a copiar». Defiende el modelo: «Tienes una motivación cuando trabajas por lo tuyo. Al patrón le da igual reducir cultivos y empleados».

Ahora toca alcachofa. El año pasado recogieron más de quinientos mil kilos. Esta cosecha es regular. Demasiado frío. Son las tres de la tarde y los trabajadores se van. Comenzaron la jornada a las ocho. Algunos siguen separando manojos de espárragos verdes. El pastor recoge las ovejas. El viento se adueña de El Humoso. «No es normal», dice José Joaquín Vega. Se ocupa del mantenimiento de la maquinaria. Es de Pedrera, a 32 kilómetros. Empezó en una escuela taller. Y se quedó. «Trabajar aquí supone estar de acuerdo con una filosofía», dice.

El Ayuntamiento y la fábrica en la que la cooperativa procesa sus productos están cerca, a solo unos kilómetros. Hay que ir hacia la Libertad. Hacia la avenida Libertad, que resulta ser un museo de grafitis. En un muro se suceden dibujos y consignas andalucistas y de izquierdas. «Levantaos, andaluces». En la sede municipal, frente a la entrada de la oficina de Urbanismo, vigilan varios retratos del Che Guevara. En el cortijo hace viento y rotan algunos cultivos. En la Marineda política no hay estaciones. El poder se mantiene, como el olivo. Microclima político en la Andalucía rural y socialista. Desde 1979 gana por mayoría absoluta la Candidatura Unitaria de Trabajadores (CUT) de Sánchez Gordillo. El hombre de la palestina y el asalto al Mercadona. Hoy la CUT tiene nueve concejales de once. Los otros dos son socialistas.

Una camioneta con megáfono anuncia una nueva asamblea. De asambleas presume el pueblo. El vecino que discrepa lo hace sin revelar su nombre y critica la selección de los trabajadores eventuales. Como si el jornalero simplemente hubiera cambiado de patrón. Los elegidos no tienen queja.

«Aquí también hay crisis»

Dos mujeres de mediana edad con chaleco y casco de obra se afanan en una casa a medio construir. La carretilla va y viene. Cubren peonadas. Una de ellas empieza a explicarlo. Un tipo con aires de capataz golpea dos veces el suelo con una herramienta. Se acaba la charla. «Aquí también hay crisis, pero al menos la gente no está hipotecada por su vivienda», aseguran los defensores del alcalde. En Sevilla el PER se digiere de otra forma. A medias. Unos dicen que es un chollo. Otros responden que es necesidad mal repartida.

La CUT, una de las fuerzas fundadoras de IU, ha abandonado el partido y ha integrado a algunos miembros en Podemos. Pero Podemos cuestiona el PER, desconcierta en el campo. Y viceversa. La candidata, Teresa Rodríguez, apenas se ha dejado ver en las zonas rurales durante la campaña. «Son muy Madrid. ¿Qué sabrán ellos del campo?», dice Manuel. Madrid. Otra capital lejana. En los pueblos andaluces todavía resuena aquel «pitas, pitas, pitas...» de Esperanza Aguirre. «En El Humoso, las gallinas son mías», dice Mohamed.

El regreso de Julio Anguita quince años después desborda las previsiones de IU

Quince años después, el líder más carismático que ha tenido Izquierda Unida, Julio Anguita, ha vuelto a subirse a un escenario para agitar la recta final de la campaña andaluza con un mitin político en el que instó a la unidad de las fuerzas de izquierda, incluida Podemos, para «tirar abajo democráticamente el régimen de la transición». Anguita demostró que mantiene su tirón popular, al menos entre los simpatizantes de la izquierda, y desbordó la capacidad del Palacio de Congresos de Málaga, por lo que hubo que habilitar una sala especial para dar acogida a las 3.000 personas que acudieron a verle, tantos como había convocado el día anterior el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en la misma ciudad.

«La unidad de la izquierda no es hablar con el PSOE, no podemos estar criticando al bipartidismo y después dispuestos a negociar con ellos», manifestó Anguita, quien instó a sus compañeros de Izquierda Unida -encabezados por Antonio Maíllo, candidato a la Junta de Andalucía, y Alberto Garzón, que será el candidato a la Moncloa- a «tender la mano y ser capaces de dialogar con los demás» tras las elecciones, refiriéndose a otras fuerzas «con nombres y apellidos», como Equo, Podemos, Attac y los sindicatos para acabar con un régimen, el de la transición, que, dijo, «muere de cáncer».

Pitos a Susana Díaz

Y mientras Anguita triunfaba en el palacio de Congresos, a solo unos centenares de metros, la candidata a la reelección Susana Díaz recibía su primera pitada en la campaña. Medio centenar de personas, en su mayoría estudiantes de la escuela de hostelería La Cónsula, que está amenazada de cierre por impagos a proveedores y al personal (al que debe tres nóminas), a la espera de llegar a un acuerdo económico con la Junta de Andalucía. «¡No te escondas!», gritaban los concentrados a Susana Díaz, quien consideró «normal» que los ciudadanos, cuando tienen problemas, se «acerquen a su presidenta para que los atienda, y hay veces en las que las manifestaciones son más tranquilas, y otras en las que es más difícil el diálogo». Pero también se acordó de Mariano Rajoy, a quien advirtió que a partir del próximo lunes, dando por supuesto que ganará las elecciones y seguirá gobernando, «voy a recordarle todos los días sus promesas de subasta» durante la campaña.