La lideresa: el ave fénix vuela hacia Cibeles

Ana Balseiro
ana balseiro MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

BENITO ORDÓÑEZ

Aguirre ha vuelto a tumbarle el puño al aparato del partido, negándose a permitir que le impongan programa y lista

09 mar 2015 . Actualizado a las 10:06 h.

Es el ave fénix. Literalmente. A Esperanza Aguirre nunca se le puede dar por muerta en la arena política. Aunque sea ella misma la que anuncie, con una cuidada puesta en escena mediática, que se va. Porque quien lo ha sido prácticamente todo en el PP, incluyendo bestia negra del presidente, Mariano Rajoy, no está acostumbrada ni a perder ni a acatar órdenes.

Y eso acaba de hacer. Horas después de ser confirmada como candidata del PP al Ayuntamiento de Madrid -un cargo por el que no disimuló su codicia y que el «incidente» del carril-bus estuvo a punto de truncar-, Aguirre ha vuelto a tumbarle el puño al aparato del partido, negándose a permitir que le impongan programa y lista, además de la renuncia al bastión de poder que supone la presidencia de los populares madrileños.

Esperanza Aguirre y Gil de Biedma (Madrid, 1952), condesa de Bornos y grande de España, es licenciada en Derecho, técnica de Información y Turismo (volvió fugazmente a su puesto de funcionaria en Turespaña en el 2012) y en política tiene un currículo más que florido: concejala, presidenta del Senado, ministra de Educación y presidenta de la Comunidad están en su haber.

Verbo fácil, mensajes populacheros, probada destreza para la fontanería política y una ausencia total de complejos han sido sus aliados durante su carrera. Todo lo anterior le ha permitido rentabilizar políticamente las más variopintas -e incluso adversas- situaciones: desde el atentado en el hotel Oberoi de Bombay, en el 2008, del que regresó para dar una rueda de prensa sin quitarse los calcetines blancos con los que salió de la India tras perder los zapatos, hasta el accidente de helicóptero que compartió con Rajoy, y que mostró a toda una dama de hierro que continuó con su agenda sin inmutarse, mientras que el entonces líder de la oposición no lograba quitarse el susto de encima.

Una intervención quirúrgica de mama e incluso su fuga de los agentes de movilidad, tras aparcar en el carril-bus en Gran Vía para ir al cajero, le hicieron ganar simpatías entre los madrileños, muy críticos con el cuerpo de agentes creado por Gallardón, otro de sus enemigos históricos.

Ejemplo de sus enfrentamientos con el exministro fue el control de Caja Madrid: su hombre para presidirla era el ahora cadáver político Ignacio González, frente a Blesa, por cuya continuidad apostaba Gallardón, «el hijo de puta», apelativo que Aguirre le dedicó a través de un micrófono indiscretamente abierto. Rajoy impuso una figura de consenso: los galones de Rodrigo Rato.

Ha sido cazatalentos en la empresa privada -chiste fácil su buen ojo eligiendo, con tanto delfín imputado-, después de dejar la política en una retirada táctica. Sin el desgaste de casi tres años de corrupción y escándalos, ahora su objetivo es Cibeles.