En política se desenfunda cada vez más rápido

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

Alberto Morante | Efe

Se acabaron aquellos tiempos en los que un gobernante como Felipe González se permitía decir aquello tan desafortunado de que «todavía está estudiando COU el que me vaya a sustituir»

08 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Se acabaron aquellos tiempos en los que un gobernante como Felipe González se permitía decir aquello tan desafortunado de que «todavía está estudiando COU el que me vaya a sustituir». Desde entonces -hace más de veinte años-, la política no ha parado de acelerarse y con la revolución digital se ha hecho vertiginosa. Que se lo pregunten a Mariano Rajoy, al que esta semana le madrugó Pedro Sánchez en su visita a las localidades riojanas, navarras y aragonesas afectadas por las riadas del Ebro. Tuvo que acudir allí Rajoy días después acusando al líder socialista de «sobreactuar», pero la partida ya estaba jugada. Y a otra cosa. O peor aún: el portavoz parlamentario popular, Rafael Hernando, comenzó a enredar con los colores de otros partidos y terminó llamando «naranjito» a Albert Rivera, de Ciudadanos. En otros tiempos le hubieran respondido al cabo de unos días en el siguiente mitin. Ahora, sobre la marcha, los de Ciudadanos montaron en pocas horas una fiesta en Twitter con tal éxito que Rafael Hernando se cuidará de no volver a descalificar a nadie sin medir bien lo que dice.

Esta sociedad moderna consume contenidos, también políticos, cada vez más cortos y de forma muy rápida. ¿Alguien se acuerda de Tomás Gómez, que se tenía a sí mismo por el omnipotente líder socialista madrileño hace solo tres semanas? ¿Cuánto tiempo tardaremos en olvidar a Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, desahuciado de su despacho en la Puerta del Sol por Mariano Rajoy? Todo va muy rápido. Es muy probable que el propio presidente esté revisando su inveterada costumbre de dejar pasar el tiempo antes de tomar decisiones, porque en su partido se desesperan. De hecho, el viernes pasado, al anochecer, le preguntaron en Zaragoza por los candidatos de Madrid y respondió que aún no estaba decidido, pero a la media hora salió el gordo: Esperanza Aguirre al ayuntamiento y Cristina Cifuentes a la comunidad. Lo debía tener claro desde semanas o meses atrás, pero antes prefirió pasar por la parrilla mediática, a fuego lento, al presidente madrileño a cuenta de su famoso ático en la Costa del Sol, que nunca se aclaró quién lo había pagado. En Madrid hay misterios que la Justicia nunca descifró, como quién compró a los dos diputados socialistas autonómicos -el tamayazo- que obligaron a repetir las elecciones en las que por fin salió elegida Esperanza Aguirre. Se sabe que fue un comando político-inmobiliario, pero sus integrantes están por identificar. Sabemos que la operación movió seis millones de euros y que algunos empresarios aportaron a escote. Y conocemos a alguien que se negó a contribuir y, en los meses siguientes, cayó en desgracia perdiendo los puestos socialmente relevantes que ocupaba.

Salvo en Valencia, donde la corrupción anidó en las instituciones gobernadas por el PP, Madrid es la capital del chanchullo, organismo imaginario que preside Bárcenas con el procesado Correa como consejero delegado y el gallego Pablo Crespo como director financiero. La gente nueva viene muy lanzada y el clon de Albert Rivera que se presenta por Madrid dispara contra Esperanza Aguirre diciéndole que lleva la «camiseta del PP patrocinada por Gürtel». Lo de Esperanza es para nota. No se arredra ante nadie y critica la corrupción aunque su número dos en el partido, Francisco Granados, organizara otra red de corrupción municipal, la Púnica, y un consejero suyo, López Viejo, tuviera que dimitir por la Gürtel. «He nombrado a cientos de colaboradores; que en dos me equivocara, no me parece tan grave», dice, y se queda tan fresca.

Al que no le ha salido bien es a Ignacio González. Quería a toda costa ser presidente de Caja Madrid, pero se le cruzó Alberto Ruiz Gallardón y pasó a presidir la comunidad como premio de consolación. Ruiz Gallardón falleció políticamente solo seis meses antes que él. La pistola política de Rajoy está repleta de muescas. Pero, cuidado: las cosas van cada vez mas rápidas y los jóvenes desenfundan muy rápido.

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