Resistir políticamente a cualquier precio y a costa de Cataluña

G. B. MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

16 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Resistir. Resistir a toda costa. Ese parece ser el principal y acaso único objetivo de Artur Mas. Resulta obvio que la estrategia política no es uno de los fuertes de un hombre que en el 2010 ganó las elecciones con 62 diputados; que en el 2012 convocó de nuevo elecciones para salir de ellas con 50 escaños y que en el 2015 vuelve a convocarlas para obtener, en el mejor de los casos, según el sondeo del propio Centre d?Estudis d?Opinió de la Generalitat, entre 34 y 36 escaños. Un ejercicio de automutilación políticamente incomprensible. Tampoco está su fuerte en la economía, pese al balance triunfalista que acaba de hacer sobre su gestión, si uno se atiene a los datos económicos de Cataluña en los últimos años, en los que se han cerrado quirófanos en hospitales públicos, se ha dejado de pagar a las farmacias por las recetas y se ha tenido que recurrir al Fondo de Liquidez Autonómica, lo que implica que está pidiendo dinero a una caja que se nutre con dinero de todos los españoles. Y, sin embargo, hay que reconocerle a Artur Mas una capacidad notable para alargar su agonía cuando todos los datos indican que está clínicamente muerto en términos políticos.

Después de comprometerse a conseguir para Cataluña un régimen fiscal propio similar al del País Vasco y de fracasar totalmente en ese propósito ante la negativa rotunda de Rajoy a entrar siquiera a valorar la cuestión, Mas eludió rendir cuentas ante los catalanes por su fracaso mediante el método de asumir un compromiso todavía mayor, el de conseguir que se celebrara un referendo vinculante sobre la independencia de Cataluña. Tras fracasar de nuevo en este segundo objetivo ante la suspensión decidida por el Tribunal Constitucional, lo que le obligó a realizar una pantomima de consulta, Mas vuelve a aplicar la misma fórmula y redobla ahora su apuesta, asumiendo de nuevo un compromiso mayor que aquel ante el que acaba de naufragar. En esta ocasión, la promesa es nada menos que la independencia de Cataluña. El problema es que, a medida que insiste en jugársela siempre a doble o nada para seguir vivo, CiU va perdiendo escaños por el camino y los catalanes viven cada día peor y sin ver realizada ninguna de sus promesas.