La caja de Pandora

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ESPAÑA

28 sep 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Artur Mas ya ha tenido sus quince minutos de gloria. Durante el tiempo que duró la representación montada en el palacio de la Generalitat, Mas se sintió protagonista de la historia y para la historia, arropado por los suyos, los independentistas, los mismos que hace poco lo insultaban y que en unos días, en cuanto se desvanezca el sueño, lo arrinconarán en el mismo basurero que a Pujol. Para encumbrarse en su papel del pequeño David que derrotó al gigante Goliat, recurrió una vez más a esa mezcla de mesianismo, manipulación y engaño en que ha asentado su desafío al Estado. Remontarse a 1379 para autopresentarse como el 129 presidente de la Generalitat no le confiere una legitimidad especial para fundamentar una soberanía que no nace en la historia sino en las leyes y el reconocimiento de los Estados. Cada uno falsea la historia según le conviene, pero eso no otorga una razón de la que se carece. Como tampoco es de recibo su apropiación de una mayoría social que no tiene, porque es algo indemostrable, aunque sea muy numerosa la prole que se manifiesta soberanista. Ni es cierta su alusión al diálogo, cuando intenta imponer unilateralmente las condiciones del proceso, ni que respete la legalidad, porque la ley de consultas es una norma hecha en fraude de ley para un caso particular. Sí es verdad que dispone de una mayoría parlamentaria. Pero ya se sabe que estas son volátiles. Con todo, el mayor de los engaños es convocar un referendo sabiendo que no se va a celebrar. Al abrir la caja de Pandora, solo generará frustración y resentimiento. Ese es el precio de sus quince minutos de gloria. Pero lo pagarán los ciudadanos cuando él ya solo sea un triste y negro recuerdo.