Las soluciones falsas que llevan al abismo

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ESPAÑA

12 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Los populismos ofrecen soluciones falsas a problemas reales, decía recientemente Michael Ignatieff, historiador y exlíder del Partido Liberal de Canadá, y que, por ello, conoce muy bien los problemas derivados de las tensiones secesionistas. Los nacionalismos son una de las formas de expresión política del populismo. Nacen generalmente de demandas insatisfechas y muy habitualmente en reacción a un empeoramiento en las condiciones de vida de la mayoría. La consecuencia suele ser la ruptura de los consensos sociales básicos y un impulso movilizador de cambios políticos. Y son, sobre todo, movimientos con un gran componente emocional, que refuerzan la idea de grupo y se alimentan con la creación de un enemigo, da igual que sea real o inventado ad hoc. Con la crisis, los populismos han proliferado en Europa. Y España no ha sido una excepción, con la salvedad de que en Cataluña ha derivado en movilización independentista.

A un malestar real, generado por la situación económica, los nacionalistas han dado una explicación falsa, el «España nos roba», y una solución ficticia: la independencia. Y a partir de ahí se han dedicado a alimentar el mito, aunque sea tergiversando la historia, y a prometer lo imposible, apelando incluso a la ruptura de la legalidad. En sus invocaciones a una pretendida democracia ideal acaban asumiendo actitudes golpistas. Es lo propio de quienes se apropian y aprovechan de movimientos populares, siempre maleables, en su interés particular. Excitar los ánimos es fácil, solucionar los problemas no. Y la independencia no resolvería ninguno de los males de fondo. Pero en ese mar revuelto, unos pocos ganan, aunque sea al precio de generar frustración y llevar a la mayoría al abismo.