Pedro Sánchez se impone a Madina y liderará la renovación del PSOE

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

Benito Ordóñez

El claro vencedor promete ser el «secretario general de la igualdad», apuesta por recuperar las señas de identidad del Partido Socialista y recuerda que su formación política «no es nacionalista»

14 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Pedro Sánchez se convertirá en el quinto secretario general del PSOE en la reciente etapa democrática tras imponerse ayer con claridad en una histórica consulta en la que, por primera vez, los militantes socialistas eligieron directamente a su líder, que será ratificado en el congreso extraordinario cuya celebración está prevista para los días 26 y 27 de julio. El diputado madrileño ganó contundentemente, con el 48,7 % de los votos (56.409 sufragios), frente al 36,14 % cosechado por el vasco Eduardo Madina (41.835 votos) y el 15,3 % del andaluz José Antonio Pérez Tapias (16.506 papeletas). En total, fueron cerca de 130.000 los afilados socialistas que participaron en la votación.

Esa alta participación, que alcanzó casi el 67 % de la militancia, superando así todos los temores de la dirección del PSOE, favoreció a Sánchez, que contaba con el apoyo mayoritario en la federación andaluza, las más numerosa. Allí se cimentó su triunfo, dado que obtuvo un arrollador 61,27 % de los votos en esa comunidad, muy superior al cosechado en el resto de España, y casi triplicó en votos a su oponente. Madina se quedó en Andalucía en solo un 23,26 % y Pérez Tapias, andaluz, en un 15,74%. Madina se impuso en cambio en Cataluña, con un 40,5%, pero también ahí resistió Sánchez, que alcanzó un 37,4 %.

Vamos a cambiar el PSOE

«Vamos a cambiar el PSOE», dijo Pedro Sánchez en su primera intervención como nuevo líder socialista. En torno a las 22.30 horas, el ganador comparecía en la sede socialista de Ferraz junto al todavía secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, y a los otros dos candidatos. Consciente de la necesidad de agrupar a toda la militancia en un momento difícil, prometió ser «el secretario general de la unidad» y adelantó que contará con sus dos rivales en la nueva dirección del partido.

«Somos socialistas, no nacionalistas», afirmó en referencia a la posición que piensa defender respecto al modelo territorial, lanzando así un primer mensaje al nuevo líder del PSC, Miquel Iceta. Sánchez apostó también por «recuperar nuestras señas de identidad» porque, según dijo, el PSOE ha sido siempre un partido con vocación de Gobierno que «nunca se ha contentado con protestar». Y, respecto a la corrupción, prometió ser «intransigente» y adelantó que no le temblará la mano a la hora de exigir responsabilidades. «Ha comenzado el principio del fin de Mariano Rajoy», concluyó en medio de los aplausos de una militancia socialista enardecida.

El diputado madrileño ganó en la mayoría de los comunidades, incluso en el País Vasco, territorio de Madina, que mucho antes de que finalizara el escrutinio reconocía su derrota y felicitaba públicamente a su oponente. Al secretario general del grupo parlamentario le cupo al menos el honor de imponerse en Vizcaya, su tierra natal.

Sánchez, prácticamente un desconocido en el partido hace dos años, será por tanto el encargado de pilotar la renovación del PSOE después del fallido liderazgo de Alfredo Pérez Rubalcaba. Una de las primeras decisiones que tendrá que tomar es si se mantienen o no las primarias previstas para noviembre para la designación del candidato a las elecciones generales. Someter de nuevo al partido a la tensión de un enfrentamiento interno, con el añadido de que voten no solo los militantes sino también los simpatizantes, como está previsto, podría debilitar el liderazgo de Pedro Sánchez sin tiempo siquiera para asumir los resortes del partido. La gran mayoría de los barones presionará para que se aplacen esas primarias, temerosos de salir perjudicados en las elecciones.

Dos graves derrotas electorales

La segunda tarea será tratar de levantar un partido desmoralizado después de haber cosechado consecutivamente las dos mayores derrotas electorales de su historia, que aparece cada vez más desconectado con la sociedad y que duda entre mantenerse como una de las dos grandes fuerzas que defienden el sistema establecido o sumarse a los partidos que consideran necesaria una refundación democrática. Entre mantener el perfil centrista o dar un giro a la izquierda. Entre situarse claramente en contra del desafío soberanista catalán o en la equidistancia entre el Gobierno del PP y el nacionalismo.

Estas tensiones internas habían aparecido ya cuando José Luis Rodríguez Zapatero renunció a seguir liderando el partido y el congreso celebrado en Sevilla, en el que Rubalcaba se convirtió en sucesor, no cerró esas heridas. Pese a mostrarse muy crítico durante la campaña con la etapa de Gobierno de Zapatero, Madina no ha logrado sacudirse la imagen de ser el candidato de Ferraz, dado que su pertenencia a la ejecutiva y su posición de secretario general del grupo parlamentario hacían difícil identificarlo con la renovación.