A reindustrializar España con urgencia

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

Superada la campaña electoral y la liga de campeones, volvemos a los deberes pendientes

25 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Superada la campaña electoral amenizada por Cañete y después de un par de días con el país mirando, por fin, hacia Portugal, aunque fuera por motivos futbolísticos, volvemos a los deberes pendientes. Y desde luego la principal tarea, si queremos a acabar con la penuria económica y sentar las bases de una economía anticrisis más segura es reindustrializar España sin demora.

Demostrado está que en Europa aguantó mejor la tormenta financiera la economía más industrial, Alemania, y que en España aquellas comunidades más industrializadas tienen la tasa de paro más baja: Pais Vasco y Navarra, por ejemplo. Canarias demuestra que no basta con industria turística para contener el desempleo, aun siendo muy importante: es necesario producir bienes para exportar. Y al tiempo favorecer la salida al exterior de las empresas españolas, que para ello necesitan fundamentalmente dos cosas: mayor dimensión y técnicos especializados de los que las universidades y escuelas de negocios en este país forman a cuentagotas.

En la tradicional distancia entre empresa y academia, con complicidad pasiva de la Administración, abundan los grados universitarios, e incluso los másteres en Relaciones Internacionales, como si estuviéramos formando analistas, o futuros funcionarios de Naciones Unidas. La empresa española reclama otro perfil: técnicos en exportación; expertos en negocios internacionales, o sea, personal operativo eficiente.

En este diagnóstico -reindustrializar España sin tardanza- coinciden varios estamentos, entre ellos, de forma destacada, los colegios de ingenieros industriales. El presidente del Consejo de Colegios, Jesús Rodríguez Cortezo, denuncia la desindustrialización de España -genera apenas el 15 % del PIB frente a la media mundial del 16 y del 20 % en los países más desarrollados- y afirma rotundamente: «Sin industria no hay país». Siente el portavoz de los ingenieros industriales que vamos hacia atrás.

Pero el Gobierno está en otras cosas. El ministro del ramo, el canario José Manuel Soria, parece concentrado en la energía -defensor a ultranza de las prospecciones petrolíferas entre Canarias y Marruecos con alta erosión de su imagen en el archipiélago- y la reordenación inquietante de las telecomunicaciones. Ya cerró hace unas semanas varias emisoras de TDT y su secretario de Estado, Víctor Calvo-Sotelo advirtió que pueden cerrarse todavía más. De la necesaria reindustrialización, solo se sabe que ha encargado a una consultora que elabore una agenda. En concreto, nada de nada, por ahora.

La iniciativa del Gobierno pasa por otros afanes, destacando el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, por sus propuestas más polémicas. Guardada en un cajón la nueva ley del aborto hasta que pasen las elecciones -así lo denunció Elena Valenciano en el debate televisado-, se ha incendiado en la magistratura el proyecto de liquidar la denominada justicia universal. El pulso entre los magistrados de mayor peso y el Gobierno va a más. Resulta incomprensible para todo el mundo que gracias a esa decisión, que apoyó en solitario el PP el Congreso, más de cuarenta presuntos narcotraficantes hayan podido salir en libertad y suspendidos tres abordajes de barcos supuestamente fletados por la conexión de la droga. Policías y magistrados no dan crédito. La ciudadanía está cada vez más indignada a medida que crece la lista de los que logran evadir la justicia gracias a esa precipitada y poco medida decisión.

Ese es el retrato casi permanente de Los males de la patria, como escribió el ingeniero oscense Lucas Mallada. Hay una tarea fundamental por hacer -reindustrializar el país- y los gobiernos se dedican a otras cosas. Artur Mas, el presidente catalán compra urnas de cartón en la víspera electoral para que quede claro que él sí quiere hacer el referendo. Cada cual con su tema, pero de reindustrialización, que es la clave, nadie habla en serio. Una pena.