Magdalena Álvarez y Mercedes Alaya, un duelo de alto voltaje

ESPAÑA

El caso de los ere andaluces enfrenta a dos mujeres que comparten una fuerte personalidad, el desprecio ante las críticas y un cierto gusto por hacer exhibición de su absoluta tranquilidad en los momentos de máxima tensión

23 mar 2014 . Actualizado a las 15:07 h.

El caso de los ERE andaluces ha terminado por situar frente a frente a dos mujeres que, más allá de que una sea la jueza y otra la acusada, comparten una fuerte personalidad que no se doblega ante nada, una capacidad de resistencia ante las críticas sin aparente desgaste, una confianza total en sí mismas e incluso un perfil algo altanero que las lleva a hacer exhibición de su absoluta tranquilidad en situaciones de máxima tensión que quebrarían la templanza de otros jueces o acusados. Mercedes Alaya (Écija, Sevilla, 1963) y Magdalena Álvarez (San Fernando, Cádiz, 1952) no comparten generación y probablemente tampoco ideología. Pero, además de compartir las iniciales M.A., tienen muchos rasgos en común.

El caso más extremo de esa capacidad para mantenerse al margen de la presión mediática y judicial pudo observarse recientemente en la boda, o más bien la reboda, de la magistrada sevillana. A menos de 72 horas de pasar por el altar, lo habitual es que los miembros de la pareja anden preocupados por los detalles de la ceremonia o el banquete y que se encuentren estado de excitación nerviosa. Pero Mercedes Alaya prefirió pasar esas horas previas a su enlace redactando un auto judicial en el que iba a imponer a toda una exministra una fianza de 29,5 millones de euros (4.905 millones de pesetas) por los supuestos delitos de prevaricación y malversación de caudales públicos. Alaya sabía que esa decisión iba a multiplicar exponencialmente su grado de exposición pública y que le habría bastado esperar tres días para que la ceremonia se celebrara con cierto grado de intimidad. Pero no dudó un momento en seguir adelante.

Probablemente eso mismo es lo que habría hecho Magdalena Álvarez de encontrarse en situación similar. Si la juez no está dispuesta a dejarse vencer por la presión de un caso judicial, la política socialista ha dado sobradas muestras de llevar su lema hasta el final: «antes partía que doblá». Solo seis días después de convertirse en la exministra con una fianza más alta (ya fue la primera ministra en activo reprobada en las Cortes) Magdalena Álvarez no solo no se escondió, sino que, orgullosa como siempre, dio la cara y se dejó ver sin dar muestras de nerviosismo alguno. Sabedora de que iba a ser acosada por la prensa, la vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI), compareció el pasado lunes con la mejor de sus sonrisas en la firma de un acuerdo en Madrid con el ministro de Agricultura, el jerezano Miguel Arias Cañete, en un acto en el que no paró de hacer bromas para demostrar su absoluta indiferencia ante las graves acusaciones que le formula Alaya. Al día siguiente, la exconsejera de Economía y Hacienda de la Junta de Andalucía presentaba un recurso en el que trataba de devolver el golpe a la jueza. En un duro texto, calificaba de «abusiva» la fianza impuesta, pero apuntaba directamente a la jueza, situándola al borde de la prevaricación al afirmar que su decisión está «presidida por un fin estigmatizador y punitivo», y acusándola de hacer un «juicio anticipado de culpabilidad» que es «manifiestamente inconstitucional».

La magistrada también dado numerosas muestras de ese carácter altivo. Su paseíllo a la entrada del juzgado, eternamente acompañada de su trolley repleto de documentos, sin mirar jamás a las decenas de periodistas que la aguardan y sin cruzar una palabra o sonrisa alguna con ellos, se ha convertido en un clásico. Ese paseíllo diario pone de manifiesto otro de los rasgos que comparten la jueza y la exministra: la coquetería y el gusto por la moda y la ropa cara. Alaya no repite modelo casi nunca y la exministra es conocida por la variedad de sus trajes de chaqueta, siempre de gran calidad y bien combinados.

La carrera política de Magdalena Álvarez estará acabada si finalmente es enjuiciada. Pero, en caso contrario, será la jueza Alaya la que sufra un duro revés tras cinco años de investigación. Mientras tanto, el duelo de alto voltaje continuará en el juzgado.

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