Jaime Miquel: «El bipartidismo ya es historia»

m. costoya REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

El politólogo afirma que la mayoría social desprecia a la clase política

06 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Jaime Miquel es un reconocido experto demoscópico que lleva décadas analizando las comportamientos electorales en España. Colaborador habitual de La Voz y otros medios de comunicación, Miquel estima que el PP y el PSOE han perdido cerca de once millones de votos desde las últimas elecciones generales.

-¿Estamos ante el fin del bipartidismo?

- El bipartidismo ya es historia. Era una situación electoral que se prolongó desde el año 1992 hasta el 2010, en donde podían ganar el PSOE y el PP y nadie más. El bipartidismo se deshace en dos momentos. En la segunda legislatura de Zapatero, a partir de sus decretos de mayo del 2010, cuando comienza a perder masivamente apoyo electoral, que finaliza con 4,3 millones menos de votos. Aparece un PP que arranca con 10,8 millones, pero que en estos últimos dos años ha llegado hasta 5,8 millones. ¿Qué significa esto? La desmovilización absoluta del electorado en apenas cinco años. Ha pasado poco tiempo y ya nada se parece al año 2008, cuando el bipartidismo estaba en auge y entre PP y PSOE aglutinaban todo el voto.

-¿A dónde van esos apoyos que antes tenían PP y PSOE?

-A la abstención, aunque hay algunos electorados territoriales que aglutinan este voto. Por eso hablo del espacio ciudadano de ruptura, que reside en la abstención. Estos electores regresarán al sistema si hay alguna candidatura que se enfrente a él y establezca un orden nuevo.

-¿Y qué papel tienen en este nuevo escenario partidos como Izquierda Unida y UPyD?

-Ahora hay dos contiendas electorales. Existe una pelea por los votos del sistema, donde están PP, PSOE, UPyD e Izquierda Unida. También hay otra enfrente del sistema, que es la de la ruptura. UPyD crece, pero limitadamente. Ahora estaría cerca de los dos millones de votos, pero este partido tiene un problema. Donde existen formaciones nacionalistas dominantes, su discurso no tiene encaje. IU estaría actualmente cerca de los 34 escaños, pero representa la vieja izquierda del siglo XX.

-El PP parece perder la mayoría social que le llevó al poder, pero el PSOE no recupera votos.

-Al PSOE no le queda más remedio que renovar su clase dirigente en profundidad para ganar espacio electoral. No tienen credibilidad, ni entienden nada de lo que está pasando. Los que pierden las elecciones se deberían marchar, si no pasa lo que está pasando. El electorado del PSOE ha quedado reducido al voto más rural y clientelar. La parte más dinámica se ha marchado a la abstención y no quiere saber nada de ellos.

-¿Por qué la corrupción preocupa tanto a los ciudadanos y sin embargo parece no tener una influencia electoral determinante?

-Hemos sido y seguimos siendo muy ignorantes políticamente. Votamos cada cierto tiempo y damos por supuesto que el poder gestionaba. En este tiempo no hemos construido las herramientas de control de nuestro destino colectivo, porque pensábamos que de eso se encargaban los políticos. Hemos sido muy confiados, hasta la revolución tecnológica. A partir de ahí aparece una decepción política con todo el sistema y sus instituciones. La mayoría social desprecia a la clase política. Consideran que el Parlamento no sirve para nada, piden que los políticos no tengan sueldo... se produce un desprecio y se le percibe como el gran estafador. Y asociado llega el desprestigio del entramado institucional. Aquí está en crisis todo, el modelo territorial, la forma de Estado, la monarquía. El Parlamento tiene hoy tanto prestigio como los bancos. Estamos en el pozo más absoluto y solo manda el euro.

-España parece vivir un auge del independentismo. ¿Pueden encajar las piezas en el actual modelo autonómico?

-No. Hay que cambiarlo. El modelo territorial no tiene más solución que ser confederal, porque el federal no satisface ni a los vascos ni a los catalanes. Ahora se habla mucho de Cataluña y del proceso soberanista. Pero parafraseando a Wert, lo de Cataluña es un cumpleaños al lado del País Vasco. Allí sí son siete de cada diez los que quieren un Estado propio y además, ya. Son más prudentes, porque el PNV es capaz de jugar a todas las bandas, pero el norte lo tienen claro.

-¿A qué atribuye la ola soberanista catalana?

-Hay un elevado porcentaje de la población que nunca se ha sentido española, que no tiene aprecio ni por la administración ni por la cultura ni por el Estado español, que siempre se han sentido catalanes. Pero hay conflictos que se han activado artificialmente. En materia lingüística y de educación, las familias catalanas no tienen problemas. Las encuestas lo dicen, no hay conflicto con el castellano. Y si no lo hay, ¿por qué nos lo inventamos? También hay otro hecho, insólito. Una parte de CiU decide que ha llegado el momento de la independencia, probablemente por salirse de un escenario en el que solo tenía que perder, el de gestionar una crisis en colaboración con el Gobierno del PP en Madrid. En cambio, si abandero ahora esta aspiración colectiva de la mitad de la sociedad catalana puedo tener mejores resultados. Pero la estrategia es suicida, porque CiU le está haciendo la campaña a Esquerra. Pero siete de cada diez catalanes quieren ser consultados sobre la posibilidad de ser independientes. Es decir, hay que resolver una nueva relación que necesariamente se va a dar. El modelo territorial va a cambiar, lo quiera o no el Gobierno.