Carlos Fabra, el cacique, símbolo de la corrupción y el despilfarro

Enrique Clemente Navarro
E. Clemente MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

Desde 1874, seis miembros del clan Fabra han presidido la Diputación

25 nov 2013 . Actualizado a las 21:15 h.

Desde 1874, seis miembros del clan Fabra han presidido la Diputación de Castellón. El último fue Carlos Fabra, que estuvo dieciséis años en el cargo y se ha convertido en el símbolo de la corrupción y el despilfarro que ha enlodado la política valenciana en los últimos tiempos.

Carlos Fabra en todo ese tiempo se comportó como un cacique que hacía y deshacía con un control absoluto en la provincia. En una ocasión se le pilló explicando su sistema para captar votos: «El que gana las elecciones coloca a un sinfín de gente. Y toda esa gente es un voto cautivo. Yo no sé la cantidad de gente que habré colocado». Además, siempre tuvo la habilidad de convertirse en árbitro de la política regional, caracterizada por el enfrentamiento de Valencia y Alicante. Fue capaz de maniobrar para que Eduardo Zaplana fuera presidente de la Generalitat y luego volverse en su contra y apostar por Francisco Camps.

Nadie se atrevía a Carlos Fabra pedirle explicaciones por las graves acusaciones que pesan sobre él. El propio Rajoy lo calificó como «ciudadano y político ejemplar». Caído en desgracia, el otrora todopoderoso político no estuvo arropado por ninguno de los dirigentes populares que tanto lo elogiaban en el pasado en el inicio del juicio que ha acabado con su condena a cuatro años de cárcel.

Parapetado tras sus gafas negras que ocultan un ojo de cristal, siempre tuvo una descomunal «suerte» en la lotería, donde, según él, ha ganado grandes premios. Sus insultos a los adversarios políticos y a los medios de comunicación eran habituales.

Carlos Fabra planeó proyectos megalómanos, incluido el macroparque temático Parque ilusión. Pero el único que se plasmó fue el aeropuerto sin aviones de Castellón, utilizado por varios medios extranjeros para ejemplificar el despilfarro en España. Allí está plantada su estatua, que costó 300.000 euros.