El dilema de consolidarse como partido político o mantenerse divide al colectivo

La Voz

ESPAÑA

15 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El 15-M se enfrenta a un gran dilema, que lo está dividiendo: seguir siendo un movimiento social o convertirse en un partido político. A algunos de sus integrantes ya no les vale tomar las calles en señal de protesta, sino que quieren tocar poder para transformar la sociedad. Están dispuestos a responder al desafío que lanzó María Dolores de Cospedal a los movimientos ciudadanos para que midan su apoyo popular en las urnas. Ya hay al menos tres proyectos en marcha: DRY, que abandera la Asociación Democracia Real Ya, una escisión de la plataforma que convocó el 15-M que pretende convertirse en un movimiento similar al de Beppe Grillo en Italia; Confluencia, que quiere aunar a los movimientos sociales y partidos de izquierdas en un frente electoral; y el misterioso Partido X, cuyos impulsores permanecen en el anonimato. Según la consultora Simple Lógica, el 54,7 % de los españoles verían con buenos ojos su salto a la política. Ya se baraja el nombre de Ada Colau, líder de PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca), para liderar el gran partido de los indignados. Los más impacientes quieren presentar candidaturas en las europeas del año que viene.

El comienzo del fin

Para Urquizu, articularse como partido sería «el comienzo de su fin», ya que «rompería con su idea de horizontalidad y de movimiento ciudadano». Tampoco Bouza le ve futuro como partido porque lo que le da su fuerza es ser «un importante movimiento social transpartidario». Calvo advierte pros y contras: «La lejanía de la política institucional permite libertad y flexibilidad pero también disminuye la capacidad de influencia sobre la formulación de las políticas», afirma. Ortega también considera que el dilema no es fácil de resolver y añade que la formación de un partido es «una decisión muy complicada» por la heterogeneidad del 15-M: «Hay sectores que aspiran a reformar el sistema político, otros que buscan su sustitución y grupos antipolíticos». Así, prevé que algunos grupos darán el paso y se constituirán en partidos o se incluirán en una plataforma electoral. Pastor destaca también su «enorme diversidad» y considera lógico que algunos de sus integrantes se planteen la necesidad de convertirse en un «instrumento político».