Lleva muy mal que insinúen que no acusa por cobardía a la hija menor del rey

M. S.-P. / Colpisa MADRID

ESPAÑA

06 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Pedro Horrach lleva muy mal que lo acusen de cobarde por no apoyar la imputación de la infanta. E insiste en que no ha recibido una sola presión «ni de Madrid ni de nadie» y que no respalda la citación por «convicción», por puras razones jurídicas, porque «¡de verdad!» cree que con las pruebas actuales es imposible sostener una acusación por tráfico de influencias contra Cristina de Borbón ante un tribunal. Y mucho menos lograr una condena.

A sus 47 años, con media vida dedicada a perseguir corruptos por Baleares sin arrugarse, confiesa que Nóos le quita el sueño. No por remordimientos. Ninguno. Sino por la imposibilidad de explicar a la opinión pública que él sería el primero en intentar sentar en el banquillo a la duquesa si viera que hay pruebas y que él es el verdadero padre del sumario que puso contra las cuerdas a la Casa Real. Y que él, sin ayuda de nadie, fue el que, calculadora en mano, expurgó, quitándole horas al sueño, una a una las miles de facturas de Nóos y sus empresas satélites para poder exigir con pruebas a Urdangarin y a su socio una fianza civil de casi 8,2 millones.

En su desordenadísimo despacho de 15 metros cuadrados se acumulan pendrives, archivadores y pruebas. Que ni le hacen falta. En su cerebro están registrados fotográficamente los 42.000 folios que integran el sumario. Es capaz de recitar casi literalmente cualquier párrafo de la causa mientras enciende un marlboro, siempre dice que lo dejará, y paladea un gin tonic de Martin Miller?s con regaliz.

Rico de familia, en negocios hosteleros desde hace décadas. Su adscripción política es imposible de descifrar. Probablemente porque no la tenga. Sus bromas sobre unos y otros no distinguen color político. Cuando estalló Nóos, algún medio ultraconservador intentó, sin éxito, implicarlo en un escándalo urbanístico. Ahora, algunos sectores insinúan que es de derechas y por eso se pliega a las órdenes de una Fiscalía controlada por el Gobierno de Rajoy. Olvidan que fue él quien desplegó toda su «mala leche» en el interrogatorio a Jaume Matas, al que acabó sentando en el banquillo. «La palabra amilanarse no está en su vocabulario, tampoco descansar», afirman en los juzgados.