Aquello fue el punto de inflexión que hizo saltar las alarmas en la Zarzuela, ya que el error reconocido por el monarca llegaba poco después de que su yerno, Iñaki Urdangarin, fuera imputado por el juez que investiga el desvío de dinero público a través del instituto Nóos, una entidad sin ánimo de lucro dirigida por el esposo de la infanta Cristina. De hecho, la pareja formada por la hija menor del rey fue alejada al saberse que Urdangarin estaba siendo investigado por la justicia por presuntos delitos de malversación de caudales públicos, prevaricación, fraude y falsedad documental. Algo que había causado ya un serio perjuicio al prestigio de la institución.
Ya a finales del 2011, la Casa Real puso en marcha una operación de imagen que incluyó la divulgación del sueldo del jefe del Estado, la asignación de los miembros de su familia y el diseño de una nueva página web. A pesar de sus graves problemas de salud, el rey reemprendió con fuerza su actividad y durante este año pudo vérsele también en actos que reflejaban una mayor cercanía con la sociedad. Una campaña que, por los datos conocidos, no ha calado todavía entre los ciudadanos.