Un socialdemócrata heterodoxo, crítico y dialogante

julio A. fariñas REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

25 jul 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

un ciudadano respetado por sus obras e ideas, que tienen su origen en la solidaridad con las de los demás, con una impresionante biografía que le acredita como uno de los intelectuales de obligada referencia en nuestro país más allá de contingencias políticas o partidarias. Así se podría resumir la personalidad de Gregorio Peces-Barba, el primer socialista que presidió el Congreso de los Diputados desde los tiempos de Julián Besteiro.

De los siete padres de la Constitución de 1978, Peces-Barba era hasta ayer, junto a Carrillo, uno de los dos constituyentes progresistas que seguían vivos.

Según el profesor Rodríguez-Uribes, que también fue su discípulo y principal colaborador en la Universidad Carlos III, de la que fue fundador y primer rector, Peces-Barba fue el «hacedor directo del Título Preliminar y del conjunto de la parte dogmática de la Constitución, con los derechos fundamentales como núcleo duro». Cuando rubricó el anteproyecto precisó que su firma no presuponía el consenso del PSOE.

Hijo del abogado fiscal, capitán auditor del Ejército de la República y senador socialista por Toledo Gregorio Peces-Barba del Brío, estudió el bachillerato en el Liceo Francés de Madrid, donde tuvo como compañeros, entre otros, a Miguel Boyer y a Simeón de Bulgaria.

Tras obtener el doctorado en Derecho por la Universidad Complutense, en 1962 se inició en el ejercicio de la abogacía en el despacho profesional de su padre, que compartió con otros dos jóvenes activistas, José María Mohedano y Tomás de la Quadra. Al año siguiente fundaría la revista Cuadernos para el Diálogo junto a Joaquín Ruiz-Giménez, Pedro Altares y Javier Rupérez. En 1970 intervino en el proceso de Burgos como defensor del miembro de ETA y dos años más tarde ingresó en el PSOE, aún en la clandestinidad.

Dentro de las filas del partido, siempre se manifestó como un socialdemócrata heterodoxo, crítico -especialmente con la gestión de Zapatero como secretario general- y dialogante. Supo combinar como pocos la acción política en primera línea y la académica, tanto en la enseñanza como en la investigación. Pasará a la historia como una de las grandes personalidades de la democracia española.