Rubalcaba se mantuvo en un discreto segundo plano

Colpisa

ESPAÑA

29 jun 2011 . Actualizado a las 01:49 h.

La estampida de los búfalos. De esta manera se denomina en México al momento en el que el presidente del Gobierno designa al que va a ser su sucesor. La escena, al menos hace algunos años, era muy pintoresca: decenas de ministros, diputados y altos cargos corrían a saludar al nominado y dejaban literalmente solo al todavía presidente. No hubo estampida de búfalos ayer en el Congreso, más bien al contrario. Alfredo Pérez Rubalcaba, sucesor de José Luis Rodríguez Zapatero al frente de la candidatura socialista, no se movió de ese discreto segundo plano en el que se sitúan los subalternos cuando el maestro está en plena faena. Más allá de la estructura del debate, que otorga todo el protagonismo al presidente del Gobierno, Rubalcaba eludió hacer declaraciones o valoraciones sobre lo ocurrido en el hemiciclo. Quizá no había mucho que decir. El cara a cara fue tan similar al del año pasado que parecía que el hemiciclo había puesto en marcha la moviola. Hasta algunos pequeños detalles delataban esa similitud, como la corbata de Zapatero, que o tiene dos exactamente iguales o ha querido elegir para su último debate sobre el estado de la nación la misma que ya lució en julio pasado para la cita parlamentaria más importante del año.

Pocas caras conocidas hubo en la tribuna de invitados, donde se sentaron juntos, como siempre, el padre y la esposa de Zapatero, ya habituales en esta cita. Abucheos, aplausos y alguna que otra reprimenda del presidente de la Cámara, José Bono, a algún diputado, se sucedieron en un debate que perdía intensidad conforme llegaba su final.