Aunque la principal preocupación hoy es que Carme Chacón se decida finalmente a dar el paso de presentarse a las primarias en lugar de guardar sus opciones para el congreso que deberá celebrarse el próximo año tras la previsible derrota del PSOE en las generales, en el aparato socialista se teme también la imprevisible tendencia ácrata que han mostrado los militantes y las bases hasta el momento en todos los procesos de elecciones primarias y en las sucesiones decididas en congresos.
Tanto Rubalcaba como sus promotores saben que la experiencia indica que basta que un candidato sea percibido por la militancia como el favorito de Ferraz para que acabe siendo derrotado en cualquier elección. Así ocurrió con el imprevisto triunfo de Borrell sobre Almunia, con la victoria de Tomás Gómez en Madrid frente a Trinidad Jiménez y, aunque no se tratara de unas primarias sino de un congreso, con la derrota de Bono ante el propio Zapatero en la sucesión de Almunia en el año 2000.
A ese peligro se une en este caso la posibilidad de que se produzca una atomización en el voto en caso de que finalmente sean incluso más de dos los aspirantes que concurran a las primarias. Aunque en Ferraz tienen claro que Pérez Rubalcaba se impondría a Chacón por apretada que fuera la votación, no están tan seguros de lo que ocurriría si surgen más posibles candidatos.
Esa es la baza que pueden jugar dirigentes que no comulgan con unos ni con otros, como el ex ministro Juan Fernando López Aguilar, que acaba de advertir de que puede haber sorpresas, sin aclarar si él dará o no el paso.
La proliferación de aspirantes en las primarias puede restar apoyos a Rubalcaba y dar lugar a pactos de imprevisibles consecuencias. Es lo que ocurrió por ejemplo cuando Rosa Díez se presentó para sustituir a Almunia y restó votos a Bono -el candidato al que apoyaba entonces el aparato-, mientras Zapatero consiguió llegar a acuerdos con los guerristas y otros sectores que acabaron dándole el triunfo final.