La «lideresa» a la que Rajoy necesita pese a su mala relación

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo bareño MADRID / LA VOZ

ESPAÑA

22 feb 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Médicamente, nada impide ser candidata a Aguirre. Y, políticamente, sustituirla sería un grave riesgo para el PP. Con cualquier otro candidato, la victoria por mayoría absoluta que auguran los sondeos estaría en peligro frente a un líder como Tomás Gómez, el único socialista al alza por ser el hombre que dijo no a Zapatero. Buscar un relevo a Aguirre sería casi imposible. Su poder y su control sobre el PP madrileño son tan grandes que todos los demás son meros comparsas. Poner como candidato a alguien tan gris y salpicado por diversos escándalos como Ignacio González sería jugar a la ruleta rusa. La otra opción, imponer como candidato a un peso pesado del PP nacional, chocaría con la contestación de un partido controlado hasta la última agrupación por el aparato de Aguirre.

Ese poder omnímodo de Aguirre se ha forjado en muy poco tiempo. En el año 2002, cuando Aznar la designó candidata en Madrid, no tenía ningún control sobre un partido tutelado en la sombra por Rodrigo Rato y con parcelas de poder en manos de Ruiz-Gallardón y del ex alcalde de la capital José María Álvarez del Manzano. Todo ello bajo la presidencia de Pío García Escudero, un hombre de Aznar que se limitaba a llevar la gestión y no enemistarse con ninguna de esas tres familias.

Tras convertirse en presienta de Madrid gracias al tamayazo y con el partido en estado de choque tras la derrota el 14-M, Aguirre echó su órdago a Rajoy en el 2004. Quería presidir el partido en Madrid. A Rajoy no le gustó la idea, pero, fiel a su estilo, ni la animó ni le puso pegas. Rato olió el peligro. Se retiró de la batalla, pactó con Aguirre para colocar a su gente y se fue a Washington. García Escudero, amigo también de Rajoy, dio un paso atrás. Gallardón subestimó a Aguirre. Lanzó contra ella a su peón Manuel Cobo y salió vapuleado en el congreso que encumbró a la lideresa. Desde entonces, Aguirre manda en el PP de Madrid con puño de hierro y utiliza ese poder para hacer continuos desplantes a Rajoy. Aunque ya es casi su única crítica en el partido tras haber liquidado a todos sus demás enemigos, el líder popular sabe que necesita más que nunca el tirón electoral de Aguirre en Madrid para ser presidente.