Exhibición de militancia ante un desastre anunciado

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente BARCELONA/ENVIADO ESPECIAL.

ESPAÑA

26 nov 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Escenas antes del mitin. Autobuses y autobuses y más autobuses rodean el Palau San Jordi. Más de 400 movilizados por los socialistas en toda Cataluña para llenar, no sea que CiU logre reunir más gente en el mismo escenario un día después. Casi lo consiguen, aunque hay algún claro en el gallinero. Más de 15.000 personas.

A mal tiempo, buena cara. «Vamos a perder seguro», afirma Germinal Rodríguez, una veterana militante socialista que a falta de una bandera roja del PSC tiene tres. Aunque la cabeza le dice que Artur Mas será el próximo presidente, aún espera con el corazón que «pase algo» a última hora. «Como dijo Felipe, en los malos momentos, militancia a tope», subraya José María Guzmán.

Comienza el espectáculo. La inevitable e histriónica Rosa María Sardá anima a la grada. «¡Visca, visca, visca, Cataluña socialista!», grita y es coreada. Banderas del PSC y un mar de catalanas. Alguna de Ecuador, Bolivia y Perú. Ninguna española. De teloneros, el alcalde Hereu y la ministra Chacón. Reparte cera a CiU y el PP por sus vídeos, pero dice con gracia que ella va a votar «con entusiasmo, con gusto», pero no hasta llegar al orgasmo.

Felipe, el factor Felipe que aún cotiza al alza entre los militantes, el profesor González -«mira, José Luis...», le dice en tono paternal- arrasa, aunque se ponga didáctico y hable de la sociedad del conocimiento, la crisis global, el modelo irlandés, el casino financiero sin reglas y asegure estar más preocupado por la alta abstención que prevén las encuestas que por el triunfo de Montilla. A este incluso le reprocha que «no levanta la voz y cuando hay tanta algarabía no se oye».

Montilla, el rígido y aburrido hombre normal, el primer charnego que ha presidido Cataluña, en cuya ayuda han acudido los primos de Zumosol, trata de soltarse el pelo en plan mitinero. A veces hasta lo logra. Gritos de «¡No pasarán!». Postula al PSC como muro contra el tsunami de la derecha en Europa y apela casi con furia a ir a los urnas. Es su única opción.

Cierra Zapatero, que empieza diciendo que España va a salvar muchas vidas en Haití, algo que «no cotiza en bolsa, pero sí en las conciencias», pero unos cuantos jóvenes con banderas saharauis revientan su discurso. «Dejarles que se expresen, España es el país que más ayuda al pueblo saharaui», responde con reflejos. Son invitados a abandonar el recinto. El presidente pasa del modelo irlandés, del que representa Cameron y apuesta por el catalán.

Escena final. Vuelta a casa. La victoria es imposible. El tripartito, pasado. Al menos, evitar el desastre anunciado.