El número dos traslada Vicepresidencia a Interior y no delega competencias

M. Saiz-Pardo / P. de las Heras MADRID/COLPISA.

ESPAÑA

01 nov 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

«Que nadie se llame a engaño. Ha sido el Ministerio del Interior el que ha absorbido a la Vicepresidencia del Gobierno». La frase, entre risas, la pronunció el pasado viernes un responsable del departamento que dirige Alfredo Pérez Rubalcaba. Era una broma, pero la guasa esconde una verdad: Rubalcaba ya ha sacado la Vicepresidencia primera del complejo de la Moncloa, algo inédito en la historia reciente, para llevarla a la sede del Ministerio del Interior, en el palacio del Paseo de la Castellana número cinco.

En la fachada de ese edificio luce ya desde hace unos días la placa que anuncia la opa . El otrora palacio de Plazas y Provincias Africanas, que durante el franquismo aspiró sin mucho éxito a ser uno de los ejes de poder del régimen, ahora sí, por mano del superministro, se ha convertido en el segundo centro de influencia del Estado, tras la Moncloa.

Un nuevo reino en el que el poderoso Rubalcaba no ha querido que haya muchos cambios. Desde que se anunció su nuevo nombramiento, el ministro-vicepresidente-portavoz-dirigente del PSOE se esmeró en dejar claro a sus colaboradores de Interior que «nada iba a cambiar», que él iba a seguir a la cabeza del ministerio más complejo de la Administración, aunque para ello tuviese que convertirse en un hombre orquesta, y que no iba a delegar responsabilidades, más allá de las estrictamente imprescindibles.

«Los días de Rubalcaba tienen más de 24 horas», dicen en Interior. Él solo acumula más poder que ningún otro miembro del Ejecutivo. En apenas una semana en el puesto ya le ha tocado ejercer como presidente del Gobierno en funciones, cada miércoles presidirá la subcomisión de subsecretarios que decide los temas del Consejo de Ministros, tiene en sus manos las relaciones con los medios de comunicación y, también, algo aún más valioso, las concesiones de licencias televisivas o radiofónicas.

Controlará también el CIS, encargado de los barómetros de intención, y las relaciones con la Iglesia porque, aunque todas esas cuestiones dependen del Ministerio de la Presidencia, que ocupa Ramón Jáuregui, contarán con la supervisión del vicepresidente. A eso hay que sumar lo que ya tenía, el control de las fuerzas de seguridad del Estado y el acceso a los informes del CNI.

Poder en Ferraz

Lo que está por ver es en qué medida ha aumentado su poder en el PSOE. El número dos del Gobierno participa en las reuniones de maitines en las que, cada lunes, Zapatero reúne a su «núcleo duro» para elaborar la estrategia semanal de Ejecutivo y partido. Pero eso ya lo hacía antes.

También acudía cada quince días a las reuniones de la dirección en la sede de la calle Ferraz, como vocal de la ejecutiva. Sin embargo, sigue sin tener un cargo orgánico. De hecho, sus detractores siempre han visto en su amistad con el vicesecretario general, José Blanco, un modo de compensar la falta de control del aparato de cara a la sucesión de Zapatero.