El «holandés» terco y trabajador que se atrevió a desafiar al jefe

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente MADRID/LA VOZ.

ESPAÑA

El que fuera alcalde más votado de España no ha cuajado por su apariencia distante, sus errores y la falta de apoyo de Ferraz

09 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Hasta esta misma semana era un perfecto desconocido para la gran mayoría de los españoles, incluso para muchos madrileños. ¿Quién es este tal Gómez que se ha convertido en el gran protagonista de la política nacional tras haber osado desafiar abiertamente la otrora incontestable autoridad de Zapatero en el PSOE, negándose a dejar paso libre a su apuesta personal, Trinidad Jiménez, y forzando unas primarias sumamente peligrosas para el presidente?

Si hubiera que hacer caso a sus críticos, con el todopoderoso José Blanco a la cabeza, es un político de perfil bajo, poco tirón electoral, nada carismático y escasa popularidad. En resumen, Tomás Gómez no tendría ninguna posibilidad de desbancar a la coriácea Esperanza Aguirre, según certificarían esas cacareadas encuestas que tiene en su poder el vicesecretario general y gran estratega demoscópico del PSOE.

Pero lo que nadie discute a este hijo de inmigrantes nacido hace 42 años en la localidad holandesa de Enschede -donde solo vivió dos para trasladarse luego a Parla- es su gran labor para pacificar un partido siempre a la greña y su inagotable capacidad de trabajo. Y, a partir de ahora, su coraje para decir no al jefe y su ambición para llegar hasta el final en su intento de presidir la la Comunidad de Madrid, a riesgo de provocar una ruptura interna en el partido. A quienes le conocen no les ha sorprendido en absoluto su actitud, porque saben que es terco como una mula y disciplinado, un hombre que cuando se marca un objetivo no lo abandona nunca.

Desde que el propio Zapatero le propulsó a la secretaría general hace tres años, como una especie de alter ego madrileño suyo, ha gobernado con mano firme el PSM. Su logro más importante ha sido acabar con las familias (renovadores, guerristas, renovadores por la base, Izquierda Socialista...), que se repartían el poder desde los tiempos de la conflictiva Federación Socialista Madrileña. Solo marginó a los seguidores de su antecesor, los simanquistas, a los que dejó fuera de la dirección y se constituyeron en sus críticos.

Gómez llegaba a la cúspide de los socialistas madrileños, tras el desastre electoral de Rafael Simancas, con el aval de haber sido el alcalde más votado de España en ciudades de más de 50.000 habitantes, tanto en el 2003 como en el 2007, con el 75% de los votos. Antes, en 1999, había tenido que superar unas primarias para ser el candidato socialista y ganar luego la alcaldía

Sus espectaculares resultados eran el reflejo de su extraordinario trabajo en Parla, una localidad depauperada de Madrid que fue capaz de transformar en un modelo con su flamante hospital -por el que llegó a encerrarse durante una semana en la Consejería de Sanidad-y su tranvía como estandartes. Este economista de formación, especialista en política monetaria y sector público, había demostrado de sobra su capacidad de gestión a nivel municipal. Gómez nunca ha sido un ideólogo sino un pragmático.

Era la gran esperanza blanca de Zapatero para reconquistar Madrid cuando se hizo con el poder en el PSM bajo la bandera del Nuevo Socialismo. Pero tres años después, Gómez no ha cuajado como se esperaba. Una combinación de errores propios, falta de respaldo por parte de la dirección federal del PSOE y algunos rasgos de su personalidad han sido las causas. Tímido, lo que le hace aparecer como frío, hermético y distante a primera vista, cada vez más desconfiado con los medios de comunicación, a los que acusa de perjudicarle, autoritario en ocasiones, no ha logrado conectar con la calle. El hecho de no ser diputado regional y, por tanto, no poder enfrentarse directamente con Aguirre en la arena parlamentaria, ha sido otro inconveniente importante porque le ha restado proyección mediática. Por eso es tan poco conocido por los madrileños.