La crisis abre el camino al populismo

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

La irresponsabilidad de los políticos aviva el hastío ciudadano y deja la vía expedita al surgimiento de nuevos candidatos sin ideología definida y con mucha demagogia

28 feb 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Dos grandes crisis abren paso al populismo en España: la económica y la política. Los dos millones de nuevos desempleados desde que comenzó a agravarse la crisis y la imposibilidad evidente de que recuperen posiciones estables en un plazo corto otros dos millones de personas más aportan la base humana para el posible despegue electoral del populismo político.

Pero hay más: los políticos convencionales, con su escaso sentido de la responsabilidad y su incapacidad deliberada para llegar a acuerdos que saquen al país de atolladero, lo favorecen. Solo faltan los casos frecuentes de corrupción para empujar también el surgimiento de fuerzas o líderes que en otras circunstancias no tendrían espacio.

Lo intentó Jesús Gil con su Grupo Independiente Liberal y, antes, Ruiz Mateos. El primero conquistó algunas alcaldías importantes en la Costa del Sol y el segundo, dos actas de eurodiputado. Pero los tiempos eran otros. Soñó con ello Manuel Ruiz de Lopera, que hasta llegó a distribuir octavillas en su estadio autoproponiéndose como futuro alcalde de Sevilla. Y llega ahora Joan Laporta, que mañana, 1 de marzo, abre su web política con la esperanza, realmente improbable, de gobernar Cataluña, tarea «para la que me siento dispuesto», ha declarado. Sin duda, el modelo Silvio Berlusconi, ex presidente del Milan, con innegables dotes para la demagogia, es el referente: la presidencia de un club de fútbol destacado, una ideología indefinida y una situación de desencanto profundo en la ciudadanía golpeada por la crisis económica y la política.

Laporta, al que las encuestas le auguran algunos diputados en las elecciones de otoño, ya entrena en mítines independentistas. Comenzó en Vic y hace dos días estuvo en la Gerona profunda obteniendo más eco en los periódicos deportivos que en el resto. Por eso se niega a dimitir como presidente del F.?C. Barcelona, para aprovechar como trampolín electoral los cien días que faltan para elegir a su sucesor. Hace poco estuvo en la creación de la peña Xavi y el viernes se abrazó a Gerard Piqué ante las cámaras al firmar su renovación. Cualquier candidato daría media vida por esa campaña de notoriedad gratuita.

Hartos de corrupción

Impactos como el terremoto político balear, donde la líder de Unió Mallorquina, María Antonia Munar, ha dimitido al ser acusada de corrupción por su número dos, a su vez imputado en cuatro causas, abonan el hastío popular hacia una forma de hacer política. Ridiculeces como la de Francisco Camps asegurando poseer un ahorro mileurista y un coche de quince años como todo patrimonio echan leña al fuego. Y anécdotas como la del diputado popular Ignacio Uriarte, que ha dimitido de la Comisión de Seguridad Vial del Congreso al no superar un control de alcoholemia, son munición para los demagogos.

La mesa está servida. Pasen y tomen asiento los populismos, los nuevos y la tentación de dirigentes consolidados. Piensen en Rosa Díez, que puede decidir, como bisagra, algunos ayuntamientos e incluso la Comunidad de Madrid en el 2011. Hay algunos indicios de que el avance del ultraderechista catalán Anglada, con un discurso antiinmigración y el clima de cerrojo que se respira en Europa -Holanda, Austria, Suiza, Italia, etcétera- puedan llevar a un deslizamiento del actual PP hacia su derecha. Aznar y Esperanza Aguirre están ahí esperando.

Que la situación es grave lo admiten los políticos más responsables. Marcelino Iglesias, presidente de Aragón, que dejará paso el año que viene a la joven Eva Almunia como cabeza de cartel socialista, retrata así la situación: «En la transición nos sabíamos los nombres de los capitanes generales y sus tendencias. Ahora ya no conocemos ningún nombre de militar, lo que significa que aquel riesgo involucionista desapareció. Pero ahora sabemos los nombres de todos los jueces y sus afinidades políticas. Ahí tenemos una parte del problema».

Es una dimensión importante de la crisis política, pero no la única. Súmenla a la económica y verán como los populismos emergentes tienen caldo de cultivo asegurado.