El triunfo en Galicia salvó a Mariano Rajoy. Le dio el espaldarazo que necesitaba para reafirmar un liderazgo muy cuestionado. Pero los críticos no han desaparecido por arte de magia. Siguen estando convencidos de que Rajoy no es el líder que el PP necesita, que no ha despegado lo suficiente en unos momentos de recesión profunda y espectacular crecimiento del paro. Argumentan, por ahora en privado, que el éxito gallego es más consecuencia del desastre del bipartito, del hecho de que fuera un Gobierno con dos cabezas y de la crisis económica que de Rajoy. Su conclusión es que el PP habría ganado, incluso por más diferencia de escaños, con cualquier otro líder.
Es dentro de esta pelea aún no sustanciada, pero en la que Rajoy lleva de momento clara ventaja, en la que hay que enmarcar el asunto del regalo del Jaguar a Jesús Sepúlveda, que en realidad apunta por elevación contra Ana Mato, número tres del PP y mujer de máxima confianza de Rajoy. También hay que encuadrarla en la despiadada guerra de dosieres e informaciones dirigidos contra una u otra facción del partido, ya sean los aguirristas (por ejemplo, los que afectan al número dos de Esperanza Aguirre, Ignacio González, o al consejero de Presidencia, Francisco Granados) o los marianistas (Mato, el tesorero Bárcenas).
Resulta muy significativo que en Telemadrid, la cadena pública que controla con mano de hierro la presidenta regional, y en el diario que publicó la noticia, afín también a la lideresa, pidan explicaciones a Ana Mato. Incluso se ha llegado a exigir su dimisión, lo que supondría un importante revés para un Rajoy redivivo.
Pero aún hay más. El caso del supuesto espionaje al que Aguirre ha dado carpetazo aún no ha terminado. La dirección del PP ha adoptado la táctica de esperar hasta que el miércoles se hagan públicas las conclusiones. Pero la forma de actuar de la presidenta no ha gustado a Rajoy. Otra cosa es que se arriesgue a reabrir la guerra a escasos meses de la cita de las europeas.