Un muerto ensombrece el primer día de Sanfermines

Colpisa

ESPAÑA

La víctima, un ciudadano extranjero que no portaba documentación, cayó desde la zona alta de la Muralla del Redín.

06 jul 2008 . Actualizado a las 18:50 h.

Un cohete de 20 gramos de peso que estalló a las doce en punto en el cielo de Pamplona desató, un año más, la alegría desbordante de vecinos y visitantes de la ciudad que ya vive los Sanfermines. La nota luctuosa tuvo como protagonista a un hombre de nacionalidad extranjera que falleció sobre las dos de la tarde al caer desde la zona alta de la Muralla del Redín al Portal de Francia. El fallecido no portaba documentación, por lo que la policía investiga su identidad así como las causas del suceso.

La concejal y diputada de Nafarroa Bai Uxue Barkos, pamplonesa de 44 años, periodista de profesión, se atuvo a lo acostumbrado a la hora de prender la mecha del cohete anunciador y a mediodía se dirigió a las más de 12.000 personas que abarrotaban la Plaza Consistorial con la fórmula tradicional, en castellano y euskera: «Pamplonesas, pamploneses, ¡Viva San Fermín!; Iruindarrok, ¡Gora San Fermín!» Con pulso firme y apariencia serena, Barkos prendió la mecha de ese primer cohete. En ese instante, con un volumen de 133 decibelios, -sonido equivalente al despegue de un avión a reacción- las miles de personas que abarrotaban la plaza Consistorial y las calles que allí desembocan, se anudaron al cuello los pañuelos de color rojo en medio de una algarabía indescriptible. La explosión de la fiesta también se dejó notar en otros escenarios de la ciudad, como la cercana plaza del Castillo, de dimensiones mayores, y también llena de un público menos «intrépido», pero igual de deseoso de celebrar el inicio de los sanfermines.

Todos los años el rito se repite: desde antes de las diez de la mañana, decenas de jóvenes fueron tomando posiciones frente a la fachada barroca del Ayuntamiento de Pamplona; los agentes de la policía municipal filtraron desde esa hora en los accesos a la plaza el mayor número posible de huevos y otros ingredientes destinados a ensuciar -cacao en polvo, harina, colorantes-, un propósito en el que se emplean a fondo cuadrillas de adolescentes que ya gozaban embadurnados e irreconocibles desde una hora antes del cohete. Las botellas de espumosos baratos eran descorchadas y agitadas con más ritmo conforme avanzaban las agujas del reloj camino del mediodía; se sucedían los cánticos; la plaza Consistorial se convirtió, un año más en una olla a presión, con oleadas humanas de un lado para otro.

Cuando faltaban tres minutos para las doce, los timbaleros y clarineros salieron al balcón del primer piso del ayuntamiento para anunciar con su toque solemne el momento inminente. Se abrieron las puertas de los balcones del piso superior y entre el griterío ensordecedor, salió la edil Uxue Barkos arropada por sus compañeros de corporación, entre ellos la alcaldesa Yolanda Barcina. En ese instante, la Plaza del Ayuntamiento era una mancha roja con los miles de pañuelos tensados entre los brazos en alto de la multitud.

El cielo, más bien nublado, regaló unos rayos de sol que alegraron más el ambiente fresco, con una temperatura en torno a los 24 grados. Desde lo alto de la Casa Consistorial unos cañones lanzaron miles de serpentinas y confetis blancos y rojos y por la megafonía sonó la exhortación festiva de una concejal que confesó después haber vivido el momento «con muchísima emoción».

Ocho encierros

Tras el primer cohete, elaborado a mano por la pirotecnia Caballer, de Godella, Valencia, sonaron otros 29 artefactos lanzados por miembros de la corporación pamplonesa y algunos de los invitados. Mientras, se sucedían las explosiones, la banda de música La Pamplonesa y bandas de gaiteros hacían sonar en la calle las primeras músicas festivas. Los servicios de limpieza se afanaron en la retirada de botellas vacías (se suelen acumular treinta toneladas de vidrio tras este acto, según fuentes municipales).

Por delante ocho días y medio de fiesta total, noche y día, con una enorme afluencia de visitantes, este año sobre todo al principio de la fiesta y en la recta final, coincidiendo con los fines de semana. Este lunes Pamplona vivirá el día grande de sus fiestas honrando a San Fermín, copatrono de Navarra, junto con San Francisco Javier. Será en la multitudinaria procesión por las calles del casco antiguo de Pamplona. Antes, a las ocho en punto, se correrá el primero de los ocho encierros, el acto que marca la personalidad de unas fiestas universales. Los toros de la ganadería extremeña del Conde de la Corte serán los primeros en salir desde los corrales de Santo Domingo.