Invierno económico, verano político

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

Afortunadamente para el Gobierno, la mala marcha de la economía coincide con las fiestas mayores del PP, en las que se ha intentado quemar a Rajoy en una falla

01 jun 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Los datos son cada día peores en algunas áreas, como la inmobiliaria, construcción, empleo o crédito bancario. Hay notarios que reducen plantilla porque apenas se firman hipotecas, y grandes periódicos, como uno de Barcelona, que preparan una regulación de empleo. Se resiente la publicidad y también los pequeños anuncios, las ofertas de pisos y empleos.

Hay síntomas de invierno económico, pero el vicepresidente Pedro Solbes asegura que la cosa no está tan mal. «Si el Banco Central Europeo no oxigena la economía española y se abre el grifo del crédito, pasaremos serios apuros», sostiene entretanto el influyente profesor Emilio Ontiveros. Escuchar a Pedro Schwartz no es recomendable para gente con ansiedad. Entre Solbes en un extremo y Schwartz en otro, Ontiveros habla de la severidad de la situación, aunque su análisis deje espacio a la confianza en la recuperación. Zapatero abona esa confianza y anuncia medidas económicas para antes de un mes en el prestigioso Círculo de Economía de Barcelona, que ha celebrado su cincuentenario con el mayor desfile de personalidades de la economía y la política que se recuerda. Desde Felipe González con Carlos Slim a Rodrigo Rato, sentado casualmente de espaldas a Mariano Rajoy en la cena de gala con tropezón del Rey. Y con los presidentes de las principales compañías del país. Confirmaron el invierno económico, pero también que está todo bajo control.

Afortunadamente para el Gobierno, esa estación invernal en la economía y las finanzas coincide con un verano político excesivamente largo como consecuencia de las inacabables fiestas mayores del Partido Popular en las que se ha intentado quemar a Mariano Rajoy en una falla. El intento no ha acabado, y hasta algunos obispos parecieron sumarse al linchamiento. Pero la semana ha concluido con un baño de apoyos al presidente popular en Valladolid que lo revitaliza de tanto acoso político y mediático. Como este país es tan pendular, Mariano puede salir fortalecido del envite, porque la imagen de pusilanimidad que se le atribuía ya la borró su resistencia personal ante tanta agresión programada. Veremos, no obstante, la que le tienen preparada para mañana, lunes, porque es el día aciago en el que, según el diseño informativo de Pedro J. Ramírez, suceden las cosas: desde los anuncios de deserción en las filas marianistas a la publicación de inesperados artículos pidiendo su relevo.

Pero a falta de tres semanas para el congreso que sin duda va a reelegirlo, queda gráficamente dibujada la geografía de la división popular: hoy por hoy es en Madrid donde Rajoy no tiene partidarios, por más que su alcalde, Alberto Ruiz Gallardón, sea uno de sus principales apoyos. Ya advertimos en estas páginas que una de las grandes virtudes de Mariano es ser de Pontevedra, lo que le permite no confundir Madrid con España.

La fotografía de una barrera en la plaza de las Ventas, la de la Comunidad de Madrid, con cuatro personajes anti-Rajoy juntos ilustró magistralmente anteayer la situación: allí coincidieron en la fiesta taurina Juan Costa, que no encuentra avales para presentarse como alternativa; Ignacio González, el agresivo vicepresidente de Esperanza Aguirre; Ignacio Astarloa, hombre de confianza de Mayor Oreja, y Gabriel Elorriaga, al que se tenía por marianista y ahora pide su relevo. Allí estaban los cuatro representantes de las pequeñas corrientes que alimentan el caudal de críticos a Rajoy pero nadie, ni ellos, ni sus mayores, salta al ruedo.

De hecho la popularidad de Rajoy sube en las encuestas. Hay que meterse en la cocina demoscópica y distinguir que esa popularidad crece también entre quienes no le votan. «Entre la derecha y la extrema derecha, siempre apoyaré a la derecha», sostiene, pero no se decide a escribir, un periodista procedente de la izquierda. Eso piensa la calle, pero a la dirigencia socialista le conviene más tener a Esperanza Aguirre enfrente que el proyecto de centro reformista de Rajoy y Ruiz Gallardón. «La explicación de por qué Cataluña nos votó en masa el 9-M a pesar de los problemas en los trenes de cercanías y el clima que se había creado entre la población -sostiene Montilla- es por el miedo al PP». Así de claro.