De paria a dictador «respetable»

ESPAÑA

El excéntrico con aires de grandeza que financió el terrorismo internacional, que llega mañana a Madrid, se ha vuelto un pragmático que quiere convertir Libia en otro Dubái

16 dic 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Excéntrico, loco, megalómano, indomable, iluminado, imprevisible, histriónico, provocador, exótico, caprichoso, bufón y terrorista. Todo estos adjetivos se han aplicado a Moamar Gadafi, que comienza mañana su visita oficial a Madrid. Llega después de que Nicolas Sarkozy le desplegara la alfombra roja durante una estancia de cinco días en Francia, lo que le ha costado duras críticas de la oposición y de las organizaciones de derechos humanos. Pero la realpolitik se impone: Gadafi ha firmado contratos por valor de 10.000 millones de euros.

El que fue enemigo público número uno de Ronald Reagan, que lo llamó «perro rabioso» y bombardeó su cuartel general en Trípoli en 1986, matando a su hija adoptiva; el antiguo padrino del terrorismo internacional y paria excluido de la comunidad de naciones lleva un decenio buscando desesperadamente la respetabilidad de Occidente. Al fin lo ha conseguido.

Contra los yihadistas

El guía supremo de la Jamairiya (Estado de masas) Árabe Libia Popular y Socialista sigue siendo un dictador que no respeta los más elementales derechos humanos, pero ha renunciado a la armas de destrucción masiva y ahora colabora con EE.?UU. en su lucha contra los yihadistas, que también son sus enemigos mortales. Además, el imparable aumento de los precios del petróleo ha hecho de Libia un lugar muy atractivo para las inversiones.

Nacido en 1942 (aunque algunos dicen que se ha quitado dos años) en una familia pobre de beduinos de la tribu gadafa en la región de Sirte, Gadafi (su nombre se puede escribir de cien formas ortográficas distintas) llegó al poder mediante un golpe de Estado contra el rey Idris el 1 de septiembre de 1969, en el que no se derramó una sola gota de sangre. Su modelo era el egipcio Gamal Abdel Nasser, al que idolatraba. El joven teniente de 27 años anunció la instauración de un Estado árabe, revolucionario y socialista.

En realidad, Gadafi, que tomó el rango de coronel que nunca abandonaría, eliminó a sus compañeros golpistas que podían hacerle sombra y se erigió en dictador. Libia se le quedó pequeña y trató de poner en pie sus sueños de grandeza de estadista transnacional. Como pretendido heredero de Nasser -muerto en 1970- se quiso convertir en el líder de la gran nación árabe. Sus 14 intentos de fusión con otros países vecinos fracasaron. Terminó tan enfadado que llegó a decir que «los árabes no sirven para nada, se han convertido en el hazmerreír del mundo». Tras este revés, Gadafi se volvió hacia África y aún aspira a ser el líder de unos utópicos Estados Unidos de África.

Pero Gadafi no se contentó con eso y financió a grupos terroristas de todo el mundo que decían luchar contra el imperialismo. El IRA, los palestinos de Abu Nidal, Carlos, ETA y otros muchos. Y no se quedó ahí. Agentes libios fueron responsables del secuestro del barco Achille Lauro y del bombazo en una discoteca de Berlín en 1986. Pero, sobre todo, de los terroríficos atentados contra un Boeing de la Pan Am que explotó en Lockerbie (Escocia) en 1988, lo que causó la muerte a 270 personas, y contra un DC-10 de la compañía francesa UTA, que se estrelló en Níger en 1989, en el que perecieron 170. Parecía que Gadafi se había cavado su propia tumba, pues el Consejo de Seguridad de la ONU decretó un duro embargo contra Libia en 1992.

Pero reaccionó con pragmatismo. En 1999 entregó a dos sospechosos libios del atentado de Lockerbie, uno de los cuales sería condenado a cadena perpetua. Tras el 11-S colaboró intensamente con EE.?UU. contra Al Qaida. Más aún: en el 2003 renunció a su programa de armas de destrucción masiva. También indemnizó a golpe de talonario a las víctimas de los atentados, aunque sin reconocer su responsabilidad en ellos.

Superviviente

Había sobrevivido de nuevo. Quedaba un obstáculo por superar: la liberación de las enfermeras búlgaras y el médico palestino, que se produjo en julio tras la mediación de Cecilia Sarkozy. Las puertas de Occidente (Francia, y luego España) estaban abiertas para el dictador.

Con los años Gadafi se ha hecho posibilista, aunque la retórica de la revolución permanece e incluso en la reciente cumbre de Lisboa justificó el terrorismo como arma defensiva de los países «débiles» y «oprimidos». En su famoso Libro Verde (1973), el de la «tercera teoría universal», el evangelio de la revolución libia que en realidad es un compendio de máximas simplistas, Gadafi decía que su lugar en la historia estaría junto a Jesucristo y Marx. Hoy, con el maná de los petrodólares, se conforma con hacer de Libia un nuevo Dubái.

Este hijo del desierto, que en su libro Escapada al infierno recomienda huir de la ciudad y refugiarse en la naturaleza, llega a España con todo su exotismo, su jaima, sus 30 fieles amazonas que son sus guardaespaldas, su vestimenta de beduino. Hay rumores de que está gravemente enfermo y de que quiere dejar el poder a su aperturista hijo Seif el Islam. Nadie lo sabe, porque todo en Gadafi, el misterioso, es imprevisible.