Un vademécum de madrileñismo

Joaquín Merino MADRID

ESPAÑA

Crítica | Gastronomía COMER EN ESPAÑA: Taberna del Capitán Alatriste Aquí convergen la historia, la ficción y la gastronomía, lo taurino y lo bélico, se mezcla, se bate y aparece un figón del siglo XVII, ennoblecido y recién finalizado

23 nov 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

Félix Colomo padre fue torero de postín, y con sus ganancias abrió las madrileñas Cuevas de Luis Candelas, Félix Colomo hijo, se salvó de la piqueta, restauró con mimo y hermoseó la Posada de la Villa, y hace sólo una semana inauguró la Taberna del Capitán Alatriste (Grafal, 7, Madrid, tno. 913 661 883), justo a espaldas de la Posada, que está en la Cava Baja. Así que no, coleguis, el establecimiento no pertenece a Arturo Pérez Reverte, como algunos me habéis asegurado perspicazmente, sino a Colomo. Y fin de la primera parte. La segunda comienza con jingle bells y bombas, cuando 16 cocineros españoles, entre ellos Félix, se plantaron en Bosnia, en las Navidades de 1994, con un suculento aguinaldo culinario para nuestros soldaditos, nada que ver con el famoso pavo de cartón de Mr. George W. Bush en Irak. Transportaban sus ricas preseas en tanquetas hasta las líneas españolas cuado un bombardeo, por fortuna incruento, se abatió sobre ellos... pero los manjares llegaron a su destino: en medio de este caos conocieron a Arturo Pérez Reverte, que todavía alentaba por allí como corresponsal de guerra. Arturo y Félix se hicieron íntimos y el primero, cliente asiduo de la Posada, le propuso un día abrir una taberna bajo la advocación de su personaje más famoso. Él no quería obtener ventaja económica alguna del negocio, sólo plasmar una proyección tabernícola de Alatriste y sus andanzas, muy movidas por las calles de San Bruno y Grafal, que en las novelas de Arturo se llaman el Acebuche y el Azotado. Por allí vivía, bebía y folgaba aquel capitán de la triste figura, alojado en la posada de la amiguita Caridad la Lebrijana. Y, retornando al presente, no sólo renunciaba Pérez Reverte a cualquier lucro, sino que ofreció a su amigo la ayuda de un «genio» de su equipo cinematrográfico, Benjamín Fernández, quien le hizo en un periquete el boceto de la taberna... Y ahí está, ahí está, como la puerta de Alcalá, pero finalizado en tan sólo 5 meses y medio, el prodigioso mesón de los Colomo, con Silvia, hija de Félix, incorporada al staff. Basamentos del siglo XVII, cuevas de ladrillo visto y material de acarreo de la vieja Muralla. La danza de los siglos se hace aún más frenética en esta vieja nueva Taberna del Capitán Alatriste. Aforo para 130 comensales, servicio amable y gastronomía madrileña, con una carta de vinos cortita aunque supongo que deslumbrante para una clientela sumida en pleno siglo XVII. La carta-carta se entrega reverentemente enrollada en cuero al estilo de Reverte, cual patente de corso, en ella encontramos un estupendo jamón de bellota, caldo de puchero, chuletada del Capitán, jarrete de cordero, migas a la lebrijana (la amiguita del capi), croquetas de bacalao, escabeche de perdiz templada, judías con perdiz, peras al vino, alabardas de fruta, tarta de Flandes o arroz con leche en el capítulo de postres, amén de algunas aportaciones foráneas, volviendo a lo saldado, como el pa amb tomaca o la tortilla de bacalao. En el futuro, dice Félix, harán unas mayestáticas y ancestrales ollas podridas...