El humor agridulce de Woody Allen aterriza en el Arlequín

Carmen Romero madrid

ESPAÑA

BENITO ORDÓÑEZ

No se lo pierda | «La Muerte» Una de las piezas menos conocidas del célebre cineasta neoyorquino sirve a la compañía Lazzigags para reclamar la faceta teatral del director de «Manhattan»

13 ago 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

Tras una ausencia de más de una década, el teatro de Woody Allen vuelve a los escenarios madrileños. Uno de los textos menos conocidos del célebre cineasta, La Muerte, sirve a la compañía catalana Lazzigags para rendir homenaje al director de Hannah y sus hermanas en el teatro Arlequín, que también ha programado para el 23 de octubre el estreno de otra pieza del director neoyorquino, Sueños de un seductor. Siete actores se desdoblan, al trepidante ritmo de la música de Kurt Weil, en una veintena de personajes que se pierden, se encuentra y se vuelven a perder en las calles de una ciudad en blanco y negro. Y, tras esta trama enloquecida, el poso inconfundible del Allen más agridulce, ese que se permite el lujo de provocar la carcajada sin renunciar a al lado más melancólico de sus obsesiones de siempre, desde la muerte o la existencia de Dios hasta la muerte que da título a la pieza. El montaje, dirigido por Víctor Conde y que recala en Madrid tras su paso por las tablas barcelonesas, se enfrenta al difícil reto de conjugar el lenguaje teatral con el cinemátográfico. Escrita por el reciente premio Príncipe de Asturias en 1868, esta comedia en un acto fue llevada al cine por el director en 1992, bajo el título de Sombras y Niebla. Jodie Foster, John Malkovich y Madonna protagonizaron un film ambientado en la época de entreguerras y marcado por una estética insólita, inspirada en el cine expresionista alemán del mítico Fritz Lang. La obra que hoy llega a las tablas de la capital hereda del film un escenografía que prescinde del color y no escatima en cambios de luces y planos para recrear la inconfundible estética en blanco y negro de Allen -recordemos Manhattan- sobre el escueto escenario. Una delirante peripecia Calificada por el actor y director Ramón Molins -encargado de dar vida a Kleinman, el imprescindible alter ego de Allen- de «delicatessen teatral», la obra narra el periplo nocturno de un humilde vendedor que, sin comerlo ni beberlo, se ve metido hasta las cejas en la delirante peripecia detectivesca de sus vecinos. La búsqueda de un misterioso estrangulador guía al protagonista a través de una serie de encuentros que sirven de excusa al humor tragicómico del director de Balas sobre Broadway. El resto de la historia lo conoce cualquiera que haya visto alguna película de Woody Allen: la ridiculización del neurótico Kleinman sirve al cineasta para reírse de sí mismo y obligar al espectador a darse cuenta de que, si el cómico vendedor salido de su pluma está chiflado, es que todos lo estamos.