¿Punto de inflexión en la política española?

Domingos Sampedro
Domingos Sampedro SANTIAGO / LA VOZ

ELECCIONES 2016

La tercera mayoría del PP le debe tanto al perfil de su líder como al carácter autodestructivo de su oposición política

26 sep 2016 . Actualizado a las 16:55 h.

Al día siguiente de convocar las elecciones, Feijoo escaló una montaña. Convocó a toda la junta directiva del PP en el mítico Pico Sacro de Santiago para trasladarles su objetivo de campaña: «Unha maioría excepcional». Frente a la ingobernabilidad, demandó un respaldo como el que ya no existe en ningún territorio de España. Pero tampoco en el resto de la Unión Europea, salvo en el Reino Unido y Francia, cuyos sistemas electorales fueron diseñados para producir mayorías. Esto puede marcar un punto de inflexión en la política española, después de cuatro años en los que nadie ha conseguido marcarse una mayoría absoluta.

El líder del PPdeG ha conseguido ese objetivo, y por tercera vez consecutiva. En el 2009 la obtuvo contra pronóstico. En el 2012 la amplió en medio de la crisis que engulló a varios líderes. Y en el 2016 Feijoo inaugura una era política emulando al propio Manuel Fraga. Hay razones que explican esta victoria única:

El partido

La imbricación en la sociedad. El PP es más que un partido político en Galicia. En realidad, es una vasta estructura con ojos y oídos en cada rincón del país, preparado para dar respuesta a cualquier demanda. Tiene, además, en torno a 100.000 militantes, diez veces más que el PSOE, y gobierna bien con mayoría absoluta, bien con mayoría relativa en dos de cada tres concellos gallegos. Esto le confiere una implantación territorial enorme tanto para subirse a las ola en los buenos momentos como para resistir en los ciclos peores. Con un partido así, perfectamente imbricado en la sociedad gallega, es mucho más fácil obtener una mayoría absoluta que con otro que no reúna estas características. El propio Feijoo, cuando fue preguntado el año pasado por las razones de las victorias del PP, respondió que su partido ganaba «porque a maioría das veces interpreta o sentir maioritario da poboación». Algo de eso hay: el PP siempre fue el más votado en las autonómicas desde las primeras en el año 1981.

El líder

El plus que aporta el carácter del candidato. Todos los sondeos electorales llevan años diciendo que la figura política de Alberto Núñez Feijoo no solo es muy conocida en Galicia -el 99 % de la población saben quien es-, sino que su perfil no está mal valorado. Al contrario. Las puntuaciones demoscópicas suelen aprobarlo, lo que indica que tiene buena imagen y que, a la postre, hay una estrategia bien planifica para resguardarla de cualquier conflicto. Ahí estriba otra de las razones de la nueva mayoría obtenida por los populares: el perfil del propio Feijoo. Y es que el jefe de filas del PPdeG se forjó un liderazgo como el de pocos a base de dirigir un gobierno de corte muy presidencialista, mucho más que cualquiera de los de Fraga. Algunos de los actuales miembros del Consello de la Xunta -caso de Francisco Conde o Valeriano Martínez- fueron primero colaboradores personales de Feijoo antes de que los nombrara conselleiros. El liderazgo de la Xunta lo trasladó al partido, diluyendo de puertas afueras tensiones internas para no debilitar la organización.

La oposición

Fuerzas enredadas en la autodestrucción. La primera vez que Feijoo ganó las autonómicas, en el 2009, sumió al PSdeG y al BNG en sendas crisis existenciales de las que no acaban de salir. En estos años, socialistas y nacionalistas se enredaron más en las cuitas internas y el recambio constante de líderes que en la construcción de una alternativa al PP. La irrupción en la izquierda de una tercera fuerza, En Marea (antes AGE), fragmentó mucho más el recambio. Durante cuatro años, los verdaderos líderes del PSOE, BNG y AGE no estuvieron en el Parlamento, inhibiéndose así de la posibilidad de hacerle oposición a la cara a Feijoo, y a las puertas de las autonómicas tanto socialistas como En Marea protagonizaron peleas internas por las listas que pusieron a los votantes en fuga.