De la política hecha esperpento

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ELECCIONES 2016

29 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El presidente del Gobierno y primer aspirante a la reelección, como candidato de la lista más votada, recibe a los líderes políticos, de los que depende su futuro, pero a ninguno les pide su apoyo. O eso dicen ellos. Es como si Rajoy se limitara a cumplir los trámites y se hubiera resignado a la celebración de nuevas elecciones. Quizás porque crea que es lo que más le favorece, aunque no lo pueda reconocer porque contradice sus continuas apelaciones a la estabilidad.

En el caso de que el PP no consiga formar Gobierno -que a estas alturas de la historia, que ciertamente aún escribe sus primeros renglones, parece lo más probable-, el siguiente aspirante habría de ser Pedro Sánchez. Un inesperado y sorpresivo premio a la vista de lo que todos pronosticaban en las vísperas de las elecciones. Cabría esperar que los socialistas cerraran filas para explorar las posibilidades -escasas, muy escasas- de formar alianzas que le permitan gobernar y aplicar su programa. A fin de cuentas, eso es la política. Pues no. En lugar de eso se han dedicado desde el minuto uno a despellejarse y a intentar moverle la silla a su candidato. Curiosamente, algunos de los barones más antipodemitas gobiernan gracias a Podemos. No es lo mismo, cierto, pero su postura sería más defendible, e incluso estética, si aguardaran al menos a que hubiera unas negociaciones para ver si Pablo Iglesias modulaba o no su postura. Mezclar este debate con el de la celebración del congreso del partido en febrero demuestra que se trata de una lucha por el poder interno y que hay quien vive de espaldas a la realidad. Es lo que hace que el PSOE parezca a menudo una caricatura.

Pero el disparate va por barrios, y a medida que nos acercamos a Cataluña aumenta de intensidad. Sorprende que un partido como Podemos, que supuestamente se sustenta sobre la defensa de los ciudadanos, ponga al mismo nivel, o por encima, los derechos de los territorios. ¡Cosas veredes!. Como que Pablo Iglesias alabe el rigor democrático de la CUP. Debe de ser porque sabe lo manipulable que son las asambleas. De hecho, él ha logrado colocar prácticamente a toda su gente en los puestos de salida de las listas pese a las primarias. ¿Por qué será que todos los regímenes populistas parten de una impoluta apariencia democrática y acaban dominados por una pequeña casta de dirigentes?

Y donde el esperpento ha alcanzado categoría de obra maestra es en Cataluña. Un partido de orden, como Convergència, ha rendido armas y ha puesto el país en manos de una amalgama de grupúsculos antisistema. Y, claro, estos se dedican a lo que saben: a mirarse el ombligo y a jugar a ver quién la suelta más gorda. Después de la estrambótica asamblea del domingo, ya solo les falta echar una moneda al aire para decidir el futuro de Cataluña, en tiempos la comunidad más adelantada. O eso decían. Ahora llevan tres meses sin Gobierno tras las terceras elecciones en cinco años y viene Artur Mas a decirnos que todo funciona. ¿Hay mayor prueba de que debe irse ya para su casa? Pues igual resulta que, como guinda del disparate, lo reeligen. ¡Si Valle Inclán resucitara!