De cuando la política acaba en el fango

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ELECCIONES 2016

15 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Rajoy lo tenía relativamente fácil. Lo suyo era hacer de frontón y rebotar todas las críticas. Unas porque le resbalan. Después de todo, el líder del PP está convencido de que ha hecho lo que tenía que hacer, recortes incluidos. Si algo va bien, cosa suya, aunque haya costado sufrimiento, mucho sufrimiento. Pero después viene la recompensa. Lo que va mal, culpa de Zapatero. A Pedro Sánchez solo le servía una estrategia: salir al ataque, pero guardando la retaguardia, porque su partido tiene también culpa en muchas de las políticas que criticaba. Un lastre para su intento de presentarse como la voz de los que no estaban, de comerle el terreno a los partidos emergentes aprovechando que habían sido excluidos del debate.

Y así fue hasta que llegó al otro frente de críticas, la corrupción. Rajoy llegaba preparado para las evasivas. Pero se encontró con un adversario a la desesperada, dispuesto a morir matando si fuera necesario. Y el debate acabó entonces en el fango. El cruce de descalificaciones personales es la consecuencia de un problema nunca afrontado, siempre rehuido. Ninguno de los dos partidos ha sido ejemplar en la respuesta a los casos de corrupción que han protagonizado. Pero Sánchez jugaba con la ventaja personal de que acaba de llegar, mientras que el candidato popular tiene una larga carrera política a sus espaldas y, con ello, una pesada hipoteca.

El debate fue bronco, sucio incluso en algunos momentos. No es lo que gusta a quienes preferimos la controversia franca, pero es la prueba de que estamos en una campaña aún muy abierta en la que cada voto se pelea como si fuera el decisivo.